Los señores del tiempo

Ha pasado mucho tiempo desde que leí los dos primeros libros de esta trilogía. Para Los señores del tiempo me embarqué en una nueva aventura: el formato audiolibro. Fue mi iniciación, mi primera vez, y debo decir que la experiencia ha sido grata, tanto, que ya estoy en mi tercera audio- lectura.

Aunque ya no recordaba algunas cosas de los libros anteriores, los personajes principales sí que me fueron familiares desde los primeros capítulos. Regresar a Vitoria, a sus calles, a su historia, también me llevó a esa sensación agradable y que tanto valoré en las otras entregas.

En esta ocasión viajaremos al pasado a través de un libro que ha conmocionado y entusiasmado a todo el mundo: Lo señores del tiempo. En el presente, esta historia será fundamental para que Kraken resuelva el caso: una serie de asesinatos que parecen no tener relación, excepto por algunos detalles que la conectan con esa novela de autor anónimo.

Sáenz de Urturi ya sabe lo que nos gusta a sus lectores, sabe lo que valoramos de su pluma y nos lo entrega a raudales y de forma generosa.

Vitoria vuelve a brillar. Lo que me hizo regresar y concluir esta trilogía, debo confesar, es Vitoria. Esa magia de la historia, las costumbres, tradiciones, lo que define la identidad de la ciudad y sus habitantes.

Los capítulos dedicados a la novela histórica que todos están leyendo, y que desatan el caos, esa parte me atrapó por completo. Salté de un tiempo a otro con entusiasmo y lo agradezco porque he leído a autores muy valorados que han usado el mismo recurso y no logran hacer que eso suceda. Y luego están las relaciones personales. Volveremos a encontrarnos con viejos conocidos. Nos enternece el abuelo; nos caen bien muchos de ellos. Somos cotillas y queremos saber qué ha sido de sus vidas y cómo afrontan los flecos sueltos que se quedaron en las entregas anteriores.

Y, como digo, la autora es generosa y mantiene un ritmo excelente. No recuerdo ningún momento aburrido o que me sacara de la historia y me hiciera pensar en otra cosa. Lo agradezco porque, al ser mi primer audiolibro, no sabía cómo iba a estar la cosa en ese sentido. A estas alturas debo reconocer que esta trilogía no deja indiferente a casi nadie. Siempre habrá un elemento que destaque y que enganche a los lectores, ya sea el caso en sí, los detalles en los que se envuelve el misterio, el toque histórico y personal…

El problema que yo tengo con esta trilogía, y me volvió a pasar con este libro, es que hay situaciones entre los personajes que se vuelven algo forzadas. Algunas relaciones, alianzas, sucesos, caen en el terreno del culebrón y creo que la historia no necesita tanto de ese recurso para brillar por sí misma. Siempre es agradable como lector de historias policiacas encontrarnos con personajes complejos, al límite e incluso moralmente cuestionables; creo que es algo que hasta esperamos. El problema aquí es que la supuesta “complejidad” se siente forzada porque llega a través de situaciones absurdas. Un amorío que ni al caso o la aparición de un personaje del pasado que, de verdad, hace su entrada y su salida al más puro estilo del melodrama barato; y luego Alba y su desdibujada presencia. Estas situaciones, aunque no me aburrieron ni mucho menos, sí que le restaron fuerza al caso que nos ocupaba, a lo terrible, a lo realmente interesante.

Creo que es en este punto, el de las relaciones personales, donde no alcanzo a entusiasmarme por completo con la trilogía, porque no me las creo, porque no me llegan. La nube oscura y atrayente se me disipa cuando pasan estas cosas.

Pero opiniones y traseros, todos tenemos uno.

Los señores del tiempo no deja de ser divertida, no deja de ser una lectura voraz. Nos permite seguir paseando felices y sorprendidos por lugares que se antoja recorrer, por momentos de la historia que quisiéramos seguir descubriendo. Todo a través de un lenguaje claro, sin complicaciones. La única complicación es descubrir quién es quién, y eso hace de esta historia todo un acierto y su razón de ser.

Una excelente opción para sacarnos del bloqueo lector (situación por la que estaba atravesando cuando decidí hacerla), una historia para dejarse llevar, para pasarlo bien y regresar a la realidad con ganas de engancharse a la lectura de un crimen nuevo.