En agosto nos vemos

Comencé este libro con miedo y también con tristeza. Que García Márquez no esté entre nosotros abruma y que haya dejado una obra póstuma asusta.
Cuentan que en medio de este proyecto (iba a ser un libro de tres obras) el genio estaba perdiendo la memoria, pero lo que pude constatar mientras avanzaba es que lo que aún no había perdido era su imaginación grandiosa. Me encontré frases que pudo perfeccionar, ser más “él”, y entiendo porque este manuscrito siendo su quinta revisión, nuestro genio decía que aún no estaba listo. A pesar de una frase altisonante aquí, una que sobraba allá, y algo que me faltó, me entregué a la ceguera que siento con su obra y …

La paloma abrió las alas, levantó vuelo para jamás aterrizar. Yo, encima de ella. Embeleso total de este fluir por una obra que definitivamente ES UN GABO. Sustantivos y adjetivos al servicio del verbo mejor usado del planeta. Mis sentidos comprometidos, subyugados por la inconfundible belleza de su narrativa.
¡Maestro, como te voy a extrañar!

Encontré su magia, su sello, su estilo. Las frases que él acomoda como nadie; esas que son coloquiales en el argot de cualquier latinoamericano, pero que dichas por él toman connotación célebre. ¡Es tal su acomodo! El uso del castellano nunca ha sido una mejor herramienta que en las manos de este hombre. En nadie hallo el gozo, la emoción de repetirlas, subrayarlas, compartirlas, aplaudirlas, ovacionarlas.

Sus historias están repletas de personajes y señales que en algún punto confluyen, lo espero, pero jamás logro saber cuándo, donde, como, siempre me sorprende. ¿Su tema central? ¿Existe tal cosa? Nunca es lo que presenta. Trabaja con las capas.

Cada agosto, una mujer de casi 50 años visita la tumba de su madre en una isla donde una noche el destino la lleva a ser infiel con un desconocido. Regresa cada año, misma fecha, en busca de más, pero su creador usó la infidelidad como excusa para hacer de las suyas y presentar las luchas de una mujer presa en su hastío, revelando su corazón y su alma. Ella eres tú, soy yo, es tu vecina (incluso tu esposa), somos todas. El mayor desnudista quitando la ropa, deshojando la flor, mostrando que hay dentro con el cuidado de sus frases sublimes.

Avancé las páginas con el dolor de saber que había un final, que detrás del último párrafo le diría adiós para siempre. Me despido, Maestro, pero mi librero es un orgulloso velador de tus obras, a donde volveré, cada vez que la insatisfacción y la mediocridad amenacen. Es Colombia afortunada, ha sido la madre orgullosa de un grandioso hijo.