Nuestros días en Bravelands

Hay veces que estoy atascada, densa, un tanto alicaída o desganada. Todas esas cosas o tal vez ninguna. Es complicado a veces definir un momento vital.

No es un parón lector. No creo en ellos, sino en estados de ánimo, en nuestro constante fluir, en el gran abanico que son nuestras necesidades emocionales. Parar, escucharse, comprenderse (o al menos intentarlo), darse tiempo y espacio.

En esas estaba yo cuando decidí, la semana pasada, pausar mis lecturas y buscar en mi "botiquín" literario el bálsamo necesario en ese momento.

Nuestros días en Bravelands parecía y fue la prescripción perfecta: otoño, novela corta, romanticismo y Paula Gallego. Cuatro puntos que a vosotrxs tal vez no os digan nada, pero a mí mucho.

Izzy trabaja en un hotelito rural en Bravelands llamado El Refugio. Su retiro no volverá a ser el mismo desde el día en el que Will se planta en la puerta con una maleta y algunos secretos.

Su refugio ha sido el mío y durante dos días he tomado chocolate caliente bajo las mantas, he sentido el crujir de las hojas secas bajo mis pies y el aroma de la repostería de Martha. Me he sentido conectada a la historia de Izzy y Will y he escapado en cierto modo de ese presente anímicamente desconcertante.

Nuestros días en Bravelands es una novela sencilla, muy feel good y con la delicadeza y sensibilidad que caracteriza a Paula Gallego en su forma de escribir. Un viajecito de fin de semana que vino en el momento apropiado y me ha dejado una sonrisa en la cara. Y, sinceramente, creo que ese es el cometido de esta historia, sin más pretensiones, aunque ya es mucho.

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