En agosto nos vemos

La novela cayó en mis manos. No la elegí. No suelo buscar la narrativa de Gabo, aunque siendo sincero su estilo es muy agradable para mi imaginación. Tengo un tío que dice que luego de terminar un ensayo o algún otro libro que intelectualmente le exige, busca a Gabo para revitalizar el placer de la lectura. Estoy de acuerdo con él. La palabra de Gabo no es ni tan costumbrista ni tan excelsa. Su estilo se mueve en un punto sabroso, pintoresco en la medida acertada. Y aunque Gabo no quiso publicarla en vida, es correcto afirmar que hay destellos de su voz narrativa. al menos del Gabo que acudió a la simpleza del lenguaje literario como el de "Memorias de mis putas tristes".

En verdad me veo el líos cuando me toca manifestar si una novela me gustó o no. Yo me las disfruto, me las gozo. Me agradaron mucho las dos sentadas que tuve con esta novela y esto debido a que estaba pasando por un momento de aridez lectora. Leyendo cosas sueltas y esporádicas sin concentrarme en nada importante. Llega mi amigo y me la entrega en un sobre de regalo y tomo su obsequio como la señal definitiva para reanudar con toda fuerza mi camino lector. Así que sí, me la gocé. Gabo sabe hacerme sonreír. Los viajes anuales de Ana Magdalena a la isla caribeña me dieron cierto jubilo. Sin embargo, da la impresión de que la novela fue escrita por el mero hábito de escribir de Gabo, no fue un proyecto serio como los que se trazó el Gabo joven. Un Gabo viejo que no quiso abrir más tramas a la novela, se quedó con una sola línea y quizá tenga más forma de cuento largo que de novela. El final también me deja con cierto desconcierto. Da la impresión de que la terminó por terminarla, o quizá haya quedado inconclusa así la propaganda editorial diga lo contrario. En fin, siempre es sabroso acercarse al Nobel colombiano.