Volví a viajar a ese pueblo imaginario llamado Macondo. Mi primer viaje fue cuando tenía 12 años y fue un viaje obligado, ya saben cómo resulta muchas veces las cosas obligadas. Pero está vez fue años luz más placentero, disfrutar del realismo mágico de la pluma de Gabo. Disfrutar de las vivencias del pueblo, sus olores, las alegrías y penas de la familia Buendía. Ese aire de nostalgia y soledad que compañan a cada uno de ellos. Disfrutar de la cantidad de información y la diversidad de mundos que coexisten en esta novela. Llena de alegorías que representan Latinoamérica En resumen disfruté mi viaje... |