Todo es ya historia

Me ha flipado esta distopía con ciencia ficción y una historia de amor como nunca antes había leído, de las que te congelan la sangre. Su autor sabe cómo mimar y jugar con el lector, te engatusa con su originalidad. No se trata de una historia superficial, te vuela los sesos con el mensaje que trasmite y cómo lo ha ido construyendo. ¡Vaya coco, vaya máquina! 

En la isla de Ardra se ha armado la revolución. Una pandemia ha asolado cualquier seña de vida, la Gran Ola ha ido destruyendo todo a su paso, y en Monteburgo, el mando del almirante Klem ha sido atentado por las fuerzas rebeldes de Duane Renaud. Atrás quedan esos días en los que Sira Faris acudía al Centro Tecnológico de Punta Allende en busca de uno de los científicos de más renombre, el profesor de física cuántica Noel León, para pedir su colaboración con el guión de su próximo largometraje. Porque sí, Sira Faris no es cualquiera, sus trabajos ya se reconocen en la gran pantalla y en la cartelera de la ciudad, su nombre es susurrado entre los más intrépidos. Y lo que nadie espera es la magnitud que se viene sobre ellos, la complicidad y el magnetismo entre el profesor y la cineasta van a desempolvar las pulsiones de uno y otro, y el compuesto de una máquina de comunicación a través del espacio-tiempo, serán el compendio perfecto para hacer de la esperanza una forma de vida y de las cicatrices, un escudo. Una nueva partitura de la que sólo ellos 2 conocen el secreto a desafiar. ¿Y si albergara alguna posibilidad de supervivencia después de tanta catástrofe?

Aventura, acción, misterio, intriga, un antes y un después del caos, reflexiones filosóficas, divagaciones, amor, slow burn. Una protagonista poderosa, intrépida, inexpugnable, una auténtica ranger. 2 líneas temporales que no hacen sino dar ligereza a la historia y despertar la incertidumbre. La banda sonora que acompaña cada capítulo, incrementa esa vibra y ambientación. Admito que no entendí la actitud del protagonista masculino, pero cuando queda todo resuelto: ¡ostris, pedrín! No me vi venir el final y por todo lo que engloba, porque el camino y la aventura que se recorren en esta trayectoria, que por su narrativa y sus descripciones, te proyecta dentro de una película, sentía que podía visualizar cada plano, como si estuviera dentro de su protagonista, a ojos de ella. Es que la he vivido, y vuelvo a repetir, no me vi venir el final y cuando llegó, me pellizcó, se me saltaron las lágrimas. La relatividad del tiempo, el crecimiento que se da con cada caída, el plot twist que es la vida en sí misma, la elección que tenemos en nuestras manos para decidir a qué prestamos atención y que de nosotros depende afrontar los acontecimientos como un caos o un puente de luz, son algunos de los temas que se valorizan en esta prosa tan exquisita.