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Crítica de Babel


Babel
14 February 2018
Cuidado: Andrew Hamilton te hará pecar.

Y picar... de todo lo que te ofrezca, ya sea noches de pasión desatada o días de discusiones acaloradas y provocativas.

Trata a batacazos a todo el mundo. ¿Recordáis el romance entre el dragón y la brujita de la promesa de Grayson? Andrew es otro dragón de hombre que escupe dardos envenenados con su lengua viperina. Dan ganas de mandarle al infierno, pero siempre guardamos la esperanza de que tenga un secreto que lo explique todo. Esa esperanza se esboza en el primer capítulo y aguantamos chaparrones de desaires y desprecios gracias a eso... y a sus probados maratones amatorios.

Esta autora, Whitney G., se caracteriza en sus novelas por crear personajes masculinos emocionalmente inaccesibles que hacen sufrir horrores a las mujeres que se enamoran de ellos. Por otro lado, crea también a personajes femeninos resolutivos y fuertes que, a pesar de las muchas lágrimas que derraman por estos hombres, son capaces de ponerlos contra las cuerdas, desafiar sus límites implacables y descongelar sus corazones maltrechos.

Porque eso sí, Andrew Hamilton puede ser un bastardo insensible, irascible y de trato tiránico, pero guarda unas cicatrices en su interior que devastarían a cualquier persona en su sano juicio. A este hombre no le queda una pizca de ese juicio que no esté exclusivamente ligado a su impecable trayectoria en el terreno de la abogacía.

Resulta que una parte integrante de la trama la constituyen el bufete en el que trabaja, los casos allí representados, el puesto de pasante y los entresijos diarios de esta labor. Este elemento aporta otro grado más de solidez a un armazón que no sólo se basta en sesiones ardientes de sexo explícito y húmedo tropical, sino que se enreda en los mecanismos de defensa psicológica de los seres humanos. Cuando se ha experimentado la más dolorosa de las pérdidas y la más lacerante de las traiciones, cabe el peligro de rendirnos a una existencia robótica alejada de cualquier atisbo de profundidad o autenticidad en los vínculos con otras personas. es un escudo de protección, y Andrew Hamilton lo ha perfeccionado con inexpugnable eficiencia.

Creo que la relación entre Andrew y Aubrey es volcánica. Desde sus conversaciones telefónicas y correos electrónicos a sus encuentros cara a cara con diálogos rápidos e incendiarios, su duelo de voluntades restalla de tensión, sensualidad y provocación. Otra cosa que he adorado es la vocación inalienable de Aubrey por el ballet. No sé cómo se las apaña para estudiar derecho y perseguir una carrera profesional de ballet al mismo tiempo, pero es igual de apasionada en ambos campos. Me ha encantado asistir a sus ensayos y audiciones, así como he celebrado su ímpetu a la hora de buscar su sueño en contra de una familia antagonista y un hombre incapaz de aceptar sus sentimientos sin convertirlos en el advenimiento del Apocalipsis.

A pesar de la infame etiqueta de "novela erótica", esto es un pedazo de romance dramático que protagoniza un hombre absolutamente cambiado por el dolor. al igual que Mia Sheridan con sus novelas, es la mujer la que logra devolver la humanidad perdida a este hombre. Lo más realista es que, lejos de curarse mágicamente gracias al amor, Andrew no deja de ser quien es. Sigue siendo el arrogante más grosero e irreverente que puedas cruzarte en la vida. Evoluciona en la novela en tramos muy duros, ganados a pulso, y nunca vuelve a ser quien era al principio, pero con Aubrey, esa bailarina de ballet decidida y sensible, se deja convencer y vuelve a sentir. Eso sí, deslenguado es el bendito hasta la saciedad. Hasta ese final donde se arrastra y pugna y que resulta ser cómica, tierna y bellamente romántico.

Es un novela completa, muy bien desarrollada, hilarante y sensual. Imperdible.

Enlace: http://torretadebabel.blogsp..
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