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Jeanie y Julius son mellizos, tienen 51 años y viven una vida aislada, pobre y solitaria con su madre Dot. Se ganan la vida vendiendo las verduras que cultivan en el huerto y con los trabajos ocasionales de Julius. Jeanie apenas sabe leer ni escribir. No tienen internet, televisión ni cuentas bancarias. Cuando anochece, tocan sus instrumentos y cantan juntos. Su casa es su refugio. Cuando Dot muere de repente tienen que valerse por sí mismos y descubren que la vida no es lo que ellos han vivido, el mundo no es lo que ellos han conocido y todo es nuevo, difícil y muy duro. Y no solo eso, sino que saldrán a la luz los secretos de Dot y se darán cuenta de que nada es lo que creian y sus vidas cambian por completo. Con un ritmo lento sin prisa pero sin pausa narra una historia que te mantiene expectante a la espera de ver qué le ocurre a unos personajes maravillosamente perfilados y tremendamente complejos que transmiten como pocos el sufrimiento, el desasosiego y la miseria en la que viven. Una historia que me ha hecho sentir indignación y enfado, pero también ternura y compasión. Una historia de emociones y sentimientos, dura y cruel que te hace reflexionar sobre la pasividad de un sistema social que permite el desamparo,reflexionar sobre la violencia, no necesariamente física del propio núcleo familiar y del daño que se puede hacer sobreprotegiendo, aislando y creando una dependencia que se convierte en una trampa de la que es muy difícil salir. Un a historia que nos muestra como a pesar de todo el ser humano es capaz de sobreponerse a las condiciones más hostiles. Enlace: https://instagram.com/mi.ter.. |
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