Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer

El libro “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer” de David Foster Wallace, narra la experiencia del autor a bordo de un crucero de lujo de siete noches por el océano atlántico. En él, Foster Wallace cuenta sus impresiones como periodista semiprofesional contratado por la revista Harper's para contar su experiencia a bordo de un crucero de lujo.

Lo más importante del libro, además de la descripción que Foster Wallace hace del comportamiento de la tripulación, de los otros turistas, de las actividades del barco, de su deseo de ver un tiburón desde la cubierta más alta del barco, de lo ridículo que se sintió cuando fue a la fiesta formal en el barco vestido con una camiseta que tenía un smoking dibujado, de los ayudantes del área de baño que cambiaban la toalla cada que se paraba alguien, de los meseros que se paraban expectantes a esperar a que alguien terminara su plato, o lo dejara medianamente descuidado para retirar todo, de la camarera que arreglaba su cuarto sólo cuando se ausentaba más de 30 minutos, del sistema de succión del sanitario del crucero, de la vez que jugó tiro al plato y se convirtió en un completo desastre, de las veces que le ganaba al instructor de ping-pong en la cubierta de juegos, y de todas las veces que prefirió quedarse dentro del crucero para no salir a los puertos y ciudades a las que llegaban de excursión. Lo más importante es el viaje que hace Foster Wallace al interior de sí mismo, su enfrentamiento con el miedo a estar en mar abierto y a los tiburones, y su profunda reflexión sobre el estado de “plenitud” ficticia que se experimenta en cruceros de este tipo, en los que la única preocupación que existe es si se está comiendo lo suficiente o si la cuenta de bebidas en el minibar va a ser muy alta al final del viaje.

Uno de los apartes más significativos del libro es cuando Foster Wallace analiza su condición de “Niño Insatisfecho”, pues se da cuenta que a medida que sus necesidades se ven resueltas, aparecen nuevas necesidades o problemas que no había visto antes, con tal de quejarse de algo, de aumentar su insatisfacción, pues siempre estamos buscando una perfección que nos es esquiva, y aunque nos sintamos a gusto un momento, encontraremos algo que no nos guste o de lo cual podamos quejarnos, para sentir que no todo es perfecto y tenemos algo con lo que estamos insatisfechos.

“Pero mi parte infantil es insaciable: en realidad su misma esencia o Dasein consiste en su insaciabilidad apriorística. En respuesta a cualquier entorno de gratificaciones y cuidados extraordinarios, el Niño Insaciable que hay en mí simplemente ajusta sus deseos al alza hasta que nuevamente los estabiliza en su homeostasis de terrible insatisfacción.” P. 99

Tal vez esta sensación sea sólo atribuible al autor, o tal vez se pueda generalizar a toda la población que ha viajado alguna vez en un crucero de lujo. No se puede desconocer que Foster Wallace fue un escritor crítico y con profundos sentimientos contrarios en lo que respecta al cambio de rutina y de patrones diarios. Pero, probablemente el sentimiento de insatisfacción es algo generalizado que está presente en todas las personas, pero muchos de nosotros no estamos conscientes de ello, pues nos pasamos nuestra vida concentrados en quejarnos de todo lo que nos pasa o no nos pasa, que no analizamos en profundidad todo lo que sentimos. Creemos que nuestro barrio es hostil, nuestros edificios están llenos de vecinos insoportables, tenemos trabajos que no nos gustan, pero que no podemos dejar, tenemos sueños por los que trabajamos toda la vida, pero se nos va la vida en conseguir algo fijo, para después poder perseguir nuestros sueños, y a veces el tiempo pasa tan rápido que ya es demasiado tarde para lograrlos.

Probablemente sea sólo a bordo de un crucero de lujo, en medio del mar, de una habitación impecablemente organizada, con las bandejas del servicio de habitación sobre la cama, con dos toallas de repuesto y una música reggae de ambientación, que nos damos cuenta que a pesar de no tener preocupaciones y una semana de la vida resueltas, aún en la perfección podemos encontrar ese algo que nos deja insatisfechos y nos produce ese desanimo que caracteriza nuestra vida común.

Tal vez ese “Algo supuestamente divertido” era esa posibilidad de olvidar los problemas de tierra por una semana y aventurarse en un paraíso navegable que recorre el atlántico prometiendo alegría y despreocupación, hayan motivado la decisión de Foster Wallace de “no volver a hacer”, pues muchas veces nuestras expectativas, cuando son cumplidas, dan origen a una nueva serie de insatisfacciones que inconscientemente nos recuerdan que la perfección es inalcanzable y sólo somos simples mortales tratando de sobrevivir una vida llena de rutinas, desilusiones e insatisfacciones.
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