Mañana y tarde

Ustedes habrán oído infinidad de veces esa leyenda que cuenta que en el último instante de nuestra vida esta pasa por nuestra mente como si de una película se tratase. Algo así le ocurre a Johannes, el protagonista de esta historia, del que su autor nos narra en poco más de diez páginas el momento de su nacimiento —el nerviosismo del padre, los dolores de la madre, las preocupaciones de ambos, la ilusión por la nueva vida que comienza— para pasar de inmediato a reproducir esa película postrera que va a ocupar las setenta y cinco páginas restantes y que solo el bello estilo del autor consigue mantener a flote: Johannes es un hombre con una vida tan libre de altibajos que solo unos pocos y corrientes sucesos parecen ser dignos de ser recordados.

«Mañana y tarde» termina siendo como uno de esos cuentos infantiles escritos con el fin de ayudar al niño a superar un problema o afrontar un miedo. En este caso se trata del miedo a la muerte, a lo que pueda o no haber tras la muerte, y Fosse lo resuelve de una forma muy inocente... aunque quizás no haya una forma mejor para muchos de afrontar ese miedo si nos atenemos al éxito que en este asunto han tenido siempre las religiones, cosa que el autor debe pensar también pues su solución no es muy distinta de la que estas ofrecen.

La personalidad de Johannes también era proclive a estas formas de escape, y quizás por eso no se llevaba bien con su padre, que el día de su nacimiento decía:

“El niño vendrá al frío de este mundo y aquí estará solo, separado de Marta, separado de todos los demás, estará solo aquí, siempre solo, y luego, cuando todo haya acabado, cuando llegue su hora, se descompondrá y volverá a la nada de la que salió, de la nada a la nada, ese es el curso de la vida”

Yo, en cambio, creo que me hubiera llevado bien con él, y solo habría añadido a sus palabras aquello que decía el ínclito y maravilloso, el de los dedos vertiginosos, el gran portento que era Javier Krahe: “Tranquilo puedo vivirme mi historia / sabiendo que a las puertas de la gloria / mi nariz no se asoma / la muerte no me llena de tristeza / las flores que saldrán por mi cabeza / algo darán de aro-o-ma.