Sentir el frío. Sentir el desamparo. Sentir la soledad extrema. Y sobrevivir como humano en medio de las bestias. Y luego está la literatura: que te cale una tormenta de verano y llegues a oler la humedad pegajosa de después; que tirites ante un amanecer de rosa; que agradezcas el calor de un cuartucho mientras nieva allí afuera. Y todo con la aparente sencillez de un cuento infantil. Pero con la tensión de una novela de misterio. Ford en estado puro. |