-La mina va, se sienta en un taburete, debajo de unos quinchos, ¿viste?, como de paja, cónicos, pero grande, porque ahí está el bar. Y vos vas y te sentás al lado. Ya sin hacerte tanto el boludo, ya, ya, en la lucha. Y ahí vas a los bifes. Le preguntás, por ejemplo, "¿Usted es norteamericana?". En un tono monocorde, casi digamos, periodístico. Sin sonrisitas ni nada de eso. Ahí la mina te mira un momento, fijamente. Y es cuando... -Te cagás en las patas. -¡Claro! ¡Claro! Porque ese es el momento crucial. Ahí se juega el destino del país. Si la mina se hace la sota y mira para otro lado. O dice "sí", caza el vaso y se alza a la mierda, perdiste. Perdiste completamente. Pero no. La mina te mira, dice: "Sí". "Sí, ¿por qué?" Y se sonríe. -¡Papito! -¡Papito! ¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio! -Hugo se sacude en la silla- ¿Viste esas minas que son serias, que no se ríen ni de casualidad, pero que por ahí se sonríen y es como si tuvieran un fluorescente en la boca? ¿Que vos no sabés de donde carajo sacan tantos dientes? Una cosa... -Hugo estira la comisura de los labios con los dientes tocándose apretadamente con los de la fila inferior. -Como la Farrah Fawcett. -Sí. Que es una particularidad de las modelos -asesora Hugo-. Están serias, de golpe les dicen "sonreí" y ¡plin! encienden una sonrisa de puta madre que no sabes de dónde la sacan. + Leer más |