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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
“Soy una buena persona que vivió una mala época”

Como esos títulos que tienen forma de ola o de montaña rusa en los capítulos de una de las partes que de forma alternativa se van sucediendo a lo largo de todo el relato, así fue mi experiencia con la novela: grandes subidas y suaves descensos, sin que ello signifique que, como en ese carro que se hunde en el río en el inicio del relato histórico del que van saliendo a la superficie objetos de muy diversa índole, no aparecieran en esos declives de vez en cuando párrafos maravillosos. El final, como en las etapas ciclistas de montaña, es en alto, aunque después haya un pequeño descenso hasta llegar a la meta.

“El fin del mundo ha llegado a menudo, y sigue llegando con la misma frecuencia.”

La novela se inicia con mucha fuerza gracias a las divertidísimas reflexiones que Alex hace acerca de lo que fue su trabajo como traductor para Safran Foer en Ucrania mientras este se documentaba sobre sus ancestros judíos con el fin de escribir una novela, su primera novela, una preciosidad durante buena parte de la poética, dura, mágica y triste historia.

“Para Brod, la vida era la lenta constatación de que este mundo no estaba hecho para ella, y de que, por la razón que fuera, ella nunca podría ser feliz y sincera al mismo tiempo… Nada conseguía ser más de lo que era en realidad. Eran solo cosas, prisioneras de su propia esencia.”

Como enlace entre ambas partes están las cartas, divertidas en un principio, muy amargas a medida que avanza la historia, que Alex escribe a Safran comentando los capítulos de la novela que este le va enviando, y que nosotros también leeremos, al mismo tiempo que discutía los comentarios que el novelista le hacía sobre el relato que Alex iba escribiendo acerca de sus días en Ucrania y que este le enviaba a su vez, también con una deriva desde lo divertido hacia lo doloroso. Cartas que, copiando su estilo y sus expresiones y hasta frases enteras, podría yo enviar a Safran para decirle:

Querido Jonathan.

Espero que estés feliz y que tu familia esté saludable y próspera.

Tragándome un trozo de orgullo, me siento forzado a proclamar primeramente que no soy nada primordial escribiendo cartas y que querer, como quiero, ser sincero y a la vez benévolo es bastante rígido.

Empezaré decorosamente refiriendo los rosados cosquilleos que sentí leyendo tu libro, lo embelesado que me he encontrado con muchas de las contingencias de tu familia que a mucha gente le irá bien saber. Toda la pandilla me ha parecido primordial, el héroe, o sea, tú, Alex, el machete, el torpe Pequeño Igor, el abuelo, que me gustaría imaginármelo ahora exhalando zetas, y, aunque a ti no te electrifique mucho, también el perrito Sammy Davis, Junior, Junior, ¡qué gracia bosquejarlo socializando con tu pierna! de padre mejor no digo nada, ni de madre tampoco. Estoy siendo cautelar

Hay otros momentos en la parte céntrica del libro que no he disfrutado tanto, conjeturo que pudo ser porque eran muy judías. No atesoro peros en contra de los judíos, aunque no pueda perdonaros vuestro proceder como país en la actualidad ni comprender vuestra pasiva instalación en aquellos acaecidos tiempos.

“De manera que no se hizo nada. No se tomó decisión alguna. No se preparó ninguna maleta, ni se vaciaron las casas. No se construyeron trincheras ni se blindaron edificios. Nada. Esperaron como tontos, sentados como tontos, hablando, como tontos…”

Pese a todo, te reiteralizo lo de los rosados cosquilleos y mis muchos embelesos. Si tu diana era hacer algo de lo que no avergonzarte, puedes conformarte mucho.

Y ya, no teniendo ningún otro apunte luminoso que darte, me despido, que sé que mi forma de articular termina fastidiando un poquito y quizás fue algo de lo que tú dispensaste cantidubi en la novela. Lo que no roba que poseas razón al pensar que “el humorístico es el único modo sincero de contar una historia triste”, aunque tampoco puedo disputarte que también, mano a mano, “el humor no es más que una forma de escabullirse de este mundo maravilloso y terrible”.

Bueno, que espero que mis palabras no te hayan parecido insignificantes o carentes de adecuación, nada me hastiaría más que haberte puesto aburrido. Solo puedo instruirte de que he colocado mi mejor talento y me he esforzado al máximo, que es lo máximo que puedo esforzarme.

Con todo mi candor.

Guille.
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