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Esta novela nos presenta a una mujer, Anna Fox, que vive desde hace un año recluida entre las cuatro paredes de su hogar debido a un trastorno de agorafobia —fobia a los espacios abiertos—. La mujer pasa la mayor parte de su tiempo dedicada a espiar a los vecinos, a ver viejas películas en blanco y negro, a chatear por internet y a ingerir dosis elevadas de pastillas y alcohol. Una noche, a través de la ventana, ve algo que no debería haber visto. Pero, ¿cuánto de ello es realidad y cuánto es fruto de su imaginación o de la ingesta de alcohol? A partir de este momento, se suceden una serie de hechos que pondrán patas arriba el mundo de Anna y que comenzarán a desvelar sus más ocultos secretos. Si bien la trama nos recuerda en cierto modo a "La ventana indiscreta", debemos alejarnos de esta imagen o el libro nos parecerá una burda copia de la misma, no llegándole ni a la suela de los zapatos al maestro Alfred Hitchcock. Aclamada por la crítica y aupada a los primeros puestos de ventas durante semanas, este thriller no deja de ser una novela entretenida que, narrada en primera persona y en tiempo presente, atrapa al lector por momentos. Sin embargo, y a pesar de estar bien escrita, la tensión narrativa decae en demasiadas ocasiones para una novela de estas características y se vuelve algo «previsible». No obstante lo anterior, estoy convencida que a la inmensa mayoría de los aficionados a este género gustará su lectura, ya que es un libro que describe bien este trastorno y que nos ayuda a comprender la dificultad que entraña el salir de los bucles en los que nuestra mente nos deja atrapados tras vivir situaciones complejas. Además, el libro está lleno de giros y vueltas de tuerca, junto a referencias a clásicos del cine que pueden encandilar al lector. En definitiva, no es una novela que recomendaría al cien por cien, pero que tampoco me atrevería a desestimar de las estanterías de los amantes del thriller psicológico. |
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