Stuka

Nunca hay cielos despejados en zonas de guerra. Las sirenas del terror rompen los paisajes que un día conocimos y los refugios nos demuestran que siempre hay otra realidad posible. Como esa que nos encontramos cuando salimos a las calles, tantas veces recorridas, y nos destroza la madre que llora con su hijo entre los brazos, la muerte que salpica las aceras y la seguridad de que las pesadillas se pueden tocar. Y no importa cuántas veces nos pellizquemos.

Stuka (Algaida, 2020), de Carlos Fidalgo, que ha obtenido el Premio Letras del Mediterráneo, comienza con El Blitzkrieg, es decir la guerra relámpago que constituyó la nueva forma de combate de Hitler. de esta manera,
Los Panzer avanzaron por tierra y los Stuka, por aire, iniciándose así la invasión de Europa por Polonia el 1 de septiembre de 1939, apoyada, un par de semanas después, por la Unión Soviética.

El bombardero Stuka introduce a una serie de personajes que terminarán siendo sus víctimas, no solo las que lo temen en tierra, también aquellos que lo construyen y lo tripulan. Entre ellos destaca Heiko Weber, el piloto que simboliza ese viaje hacia el abismo que realiza Alemania entre 1935 y 1945. Los personajes de ficción se encuentran insertados en la cadena de hechos históricos que los conducirá a la Guerra Civil, con la Legión Cóndor al frente.

Los bombardeos, las violaciones y los abusos se suceden en un mundo en guerra en el que todo está permitido si uno se encuentra en el bando vencedor. Pero, ¿hay realmente vencedores y vencidos? ¿Es esa la historia que pretenden que nos creamos? O en realidad, tal vez, tan solo hay un puñado de víctimas, de cadáveres, que no conocen más bando que el nuestro. El tuyo. El mío.
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