Un beso de dick

El libro está contando desde el punto de vista de Felipe, un largo monólogo del que me ha costado seguir el hilo de pensamientos. A ratos me perdía y no entendía mucho de lo que decía; otros, me aburría porque se enredaba demasiado en explicar cosas sin importancia. Los diálogos, además, son largos, sin peso, llenos de interjecciones, y la mayoría de las veces no queda claro quién dice qué.

Tampoco me ha encajado en absoluto el tono tan tan juvenil, a veces incluso infantil, que usa y desprende el protagonista, con algunos de sus comentarios repentinos o escenas más sexuales. Me parecían dos libros completamente diferentes. Era desconcertante.

También me ha chocado bastante el (ab)uso exagerado de los dos puntos en la narración. Supongo que es una licencia que se ha tomado el autor para diferenciar su escritura, pero a mí me ponía un poquito de los nervios. Por ejemplo: «Ya se acaba el disco: me doy un beso con Libia y la acompaño hasta una silla... ¡Uff!: pusieron un casete de rock: este me lo bailo con Maritza...: no, primero le consigo gaseosa a Libia porque está cansada. Paso junto a Leonardo y él me da un abrazo haciéndose el borracho: yo también me hago y lo aprieto durísimo». Y así todo el rato, dos puntos sin ton ni son en todas las frases.

Pero, ojo, dicho lo anterior, no le quito mérito: es una historia de amor juvenil entre dos chicos, publicada a principios de los noventa en Colombia. Entiendo su importancia y su valor.

«Tanto escándalo por un beso. ¿Qué cosa hay en un beso, Dios? ¿Y a quién le importa si son mis besos. Si mis labios son míos. Y son de Leonardo. Si cuando Leonardo muerde mis labios, son mis labios los que muerde. Y no los de papá. Ni los de nadie?».
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