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Empecé este libro con muchas expectativas. Una distopía escrita por una escritora contemporánea argentina; el escenario de una base militar; una crítica al daño que le estamos haciendo al planeta; el punto de vista de un niño. Parecía una receta para el éxito. Sin embargo no logré sentir que la historia terminase de despegar. Más allá de la construcción de imágenes poderosas (sobre todo con respecto al mundo natural - por ejemplo, los gansos que se hacen más fuertes ingiriendo desechos plásticos), no logré encontrarle un sentido a la narración, que creo que no llega a resolver las tensiones que plantea de manera exitosa.
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