El pintor de almas

Nada más que la portada, enamora. Nos transporta a la Barcelona de Gaudí, con sus diseños inspirados en la naturaleza y ese aspecto tan colorido. Pero no vamos a hablar del arquitecto, que en la novela tiene un papel casi anecdótico.

En esta novela, Ildefonso Falcones lo ha vuelto a hacer. Vamos a viajar hasta la Barcelona de principios del siglo XX, donde la ciudad está inmersa en una agitación social difícil de sofocar. Los muy pobres están hartos de ser denostados por los muy ricos, y es la hora de luchar.

En este entramado nos encontramos con Dalmau, cuyos padres le han inculcado desde la cuna el anarquismo. Sin embargo, trabaja para Manuel Bello, un miembro de la alta burguesía de convicciones católicas y conservadoras. Así, Dalmau vive entre la opulencia de su trabajo y la pobreza de su hogar, de los suyos. Esto causará ciertas desavenencias con su amada Emma, firme defensora de la lucha obrera. La pasión de Dalmau por la pintura lo van a llevar a situaciones realmente desagradables. Y es que además es un malentendido lo que destruye el mundo, frágilmente apuntalado, que sustenta su vida. Viajaremos con él a los suburbios de Barcelona, a los barrios más pobres, castigados. Además, nos adentraremos sin miedo en las tragedias de la época, donde las adicciones, la prostitución, la pobreza más extrema y la decadencia del ser humano se pondrán de manifiesto de forma magistral.

No nos vamos a encontrar buenos buenísimos, ni malos malísimos. Todo lo contrario, todos los personajes son capaces de lo mejor y de lo peor; ¿no es acaso esa la realidad imperante del hombre?

Nos encontramos personajes difíciles de olvidar, como Emma, que vivirá toda una odisea para conseguir lo necesario para los suyos. También, la madre de Dalmau, Josefa, que pasa las horas pedaleando en la máquina de coser para poder salir adelante y conseguir que todos los suyos sobrevivan. Es la argamasa que une a todos, porque sin ella la historia no sería la misma.

Enlace: https://www.instagram.com/p/..