Comprender el desierto es comprender el mar

"Dicen que el desierto masculino esta hecho de piedras. Que las montañas son pedregosas como los pensamientos de los hombres. Dicen que el desierto femenino esta hecho de arena. Que las dunas se mueven como mareas que cimientan los médanos y liberan la vida dentro de las mujeres".

Este pequeño poemario es un viaje bajo el ardiente sol del desierto. Una experiencia única. Un aguantar el sol, el calor, la sed, con la vista fija en las dunas, en su lento y sinuoso avance. En el viento que sopla y arrastra los granos de arena como una cortina etérea contra el mundo. Un pensamiento convertido en agua y sed al mismo tiempo. Es un avance si moverse. Un estarse quieto casi sin respirar. Un silencio que sólo es capaz de llenar una voz lejana, desconocida, que nos narra historias insoñadas.

"Dicen que cada piedra es un hombre que se convirtió en coraza. Que cada montaña es un reguero de corazones atrapados en el miedo, y cuando llega la torrentera, se lleva consigo a muchas de estas piedras y las deja a la deriva, naufragadas en mitad de un camino que nunca habrían elegido".

Una voz. Un pensamiento. Un suspiro. Un aroma. Un silencio... Un viaje que comienza y termina en los profundo del Sáhara con los bereberes. Allí, dice el autor, "morí enterrado en la arena y en el silencio que es todo". En aquel lugar nacieron estos textos que saben a mar de dunas, a olvido y renacimiento.