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Crítica de efimerabonhomia


efimerabonhomia
01 June 2022
Érase una vez una niña que caminaba por su pueblo en busca de meigas, no las temía, quería conocer que se escondía en sus casas a la llegada del atardecer, cómo podían hacer que la gente las temiera de esa manera y qué se escondía en esas casas viejas que para ella eran inmensas, tan grandes como las calles que transitaba corriendo. Sí, esa era yo. Y muy orgullosa estoy de pertenecer a un pueblo que me ha dado la libertad de crecer entre el autodescubrimiento, de sentirme de un lugar, de saludar a casi todas las personas con las que me cruzo... Un pueblo del que respiro ese aire con olor a sal y sé que en su bravío mar siempre encuentro consuelo. 
Un pueblo está formado por esos habitantes, y con ese primer mensaje empieza Denis Escudero a narrarnos su aventura escribiendo un libro acerca de ocho pueblos cuasi abandonados de la península motivado por una investigación previa en el programa de televisión Aquí la tierra. Denis no sólo se acerca a los pueblos dichos como construcciones que forman un conjunto de población de menor categoría; es más, se aproxima de una manera más arrolladora de sentimientos al pueblo que conocemos como ciudadanos. Sentirse de un lugar, el arraigo, la fuerza de la pertenencia nos hace muy humanos. Y no es que otros factores no interfieran en ser simples animales, es que la tierra tira, y la cultura que nos enseñan desde niños nos forma como si fuéramos a construir castillos de sabiduría. 
La España que abandonamos se puede presentar como un recorrido silencioso, el vacío, la soledad... Y no es que Denis no tenga mensajes para lanzar y entrevistas a ciudadanos que permanecen en pueblos que no tienen ni los servicios básicos, y es que la lucha que él intenta encabezar, el mensaje que engloba a todos se torna difícil de llevar aunque para nada esté exento de significado. El éxodo rural afecta a España desde hace décadas, los pueblos cada vez parecen parajes de películas de serie B mientras las ciudades se llenan de gente hambrienta del consumo. 
Claro que es necesario una solución inmediata pero no parecen encontrar una, el pueblo parece ser algo estacional, de épocas, de sentimientos que navegan como el Guadiana en el recuerdo de la gente. 
Denis ha sido valiente, y se ha acordado de darle voz a las paredes que un día albergaron cocinas llenas de cazuelas rojas, de casas por las que salían elegantes señores con sombreros y mujeres en busca de lucha. Recuerdos atesorados que se vuelven inmortales. Porque ser de pueblo es tener categoría gourmet. 
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