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Crítica de Guille63


Guille63
16 April 2024
“Nunca llegaré a borrar a fuerza de cultura, de exámenes, a la hija de los Lesur de hace cinco años, de hace apenas seis meses. ¡Siempre renegaré de mí!”

Calidad literaria aparte, creo que indiscutible, debe ser mi alma de voyeur la que me obliga a acercarme una y otra vez al striptease sentimental que Ernaux realiza en cada una de sus obras, me atrae sobremanera su absoluta falta de pudor al exhibir con tanta crudeza la catártica autoflagelación que es cada una de sus obras.

Los armarios vacíos” es el paso de la niñez a la adolescencia de la hija del tendero Lesur, el de la «tienducha» del barrio de Clopart, contado desde el punto de vista de la adolescente que pasa por un momento angustioso de su vida, un embarazo no deseado. A la intensidad con la que se vive esa decisiva época de la vida, a la angustia por la trágica situación en la que se encuentra, hay que añadir el plus de intensidad y tragedia que Ernaux imprime a cada uno de sus relatos.

"Nunca pensé que las diferencias provinieran del dinero, creía que era algo innato, la pulcritud o la mugre, el gusto por las cosas bonitas o la dejadez. Las borracheras, el fiambre enlatado, el papel de periódico enganchado a un clavo junto al retrete, creía que era una elección, que eran felices así".

El resultado, se lo pueden imaginar, es una vomitona explosiva que salpica a todo y a todos a base de frases cortas a ritmo frenético, muchas veces incompletas, sin sujeto, sin verbo, o palabras sueltas que a veces se gritan entre signos de admiración, todo apelotonado, con prisa de soltarlo todo, remarcando de forma obsesiva los mismos mantras, una y otra vez: el desprecio hacia sus padres y la vida que representan, el odio hacia ellos por la humillación que le hacían sentir, la culpa por despreciarlos y por odiarlos, …

“Poder amarlos totalmente, no odiar su vida, su comportamiento, sus gustos… Ser incapaz de querer a unos padres, no saber por qué resulta insoportable… los únicos momentos que me acercaban a ellos eran los ataques de odio o de culpabilidad.”

… el sentimiento de superioridad, siempre la primera de la clase, hacia ese mundo provinciano de borrachines y de señoras con rulos haciendo la compra que no siempre podían pagar, de hombres que pegan a sus mujeres, …

“…jugamos mucho a los borrachos, nos tropezamos chillando, nos arreamos golpes, o hacemos de hombre que pega a la mujer llamándola de todo. «Zorra, puta. Te vas a enterar».”

… el choque que le supuso el encuentro con las nuevas compañeras del colegio privado y las profesoras, sus modales, su lenguaje, …

“El bien se confundía con lo limpio, con lo bonito, con la facilidad para hablar, en resumidas cuentas, con ‘lo bello' como se decía en clase de lengua; el mal era lo feo, lo grosero, la falta de educación.”

… el placer de la revancha, de superarlas en su terreno, de sentirse por fin “relajada”, una palabra que define a las niñas bien, una palabra que le gusta, ella que gusta tanto de las palabras, aunque no se vea capaz de llegar a quitarse el miedo del todo, a llegar a su nivel de desparpajo, a la libertad de las que la han tenido desde la cuna, …

“No es cierto, no nací con ese odio, no los detesté siempre, a mis padres, a los clientes, la tienda... a los otros, los cultivados, los profesores, los como dios manda, también los odio ahora. Estoy hasta el vientre de todo. Con unas ganas tremendas de vomitar sobre ellos, sobre el mundo entero, sobre la cultura, sobre todo lo que he aprendido. Jodida por todas partes.”

…el deseo sexual que siente con una fuerza que echa por tierra todo lo aprendido hasta ese momento, la obsesión por poseer un cuerpo, el placer de sentirlo junto al suyo, advertir que su mundo gira, que toda su existencia cambia, que se convierte en “un gran sueño de carne, de olores ácidos”, mientras le gritan, y ella misma se dice a sí misma, ¡Calientapollas! ¡Qué puta eres! ¡Viciosa! ¡Golfa!

“... los santos, la Iglesia adorada condenan hasta mis pensamientos, mis deseos vagos.... No puedo separar lo que hago mal y el medio del que vengo… La iglesia lo rechaza todo a la vez... mis placeres que hasta entonces creía yo inocentes... Tengo que recibir un castigo.”

En fin, señoras y señores, Annie Ernaux.
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