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Annie Ernaux vuelve a maravillarme con su cruda honestidad. No se esconde tras ninguna máscara, no teme expresar nada ni mostrar lo que hace, siente y piensa. Es pura autenticidad, y eso en sí mismo me parece revolucionario. Cada vez se me hace más evidente que su proceso de escritura se asemeja al proceso que seguiría un escultor. No creo haber leído a nadie que sea capaz de mostrar a través de un texto el proceso de cincelar y de esculpir las ideas hasta lograr llegar al núcleo y la esencia de lo que se desea transmitir. En sus textos más breves esto se me revela de forma más clara, como en este caso. Además, la corta longitud de obras como esta no hace sino ensalzar su capacidad para concentrar unas pocas ideas con suma potencia y fuerza. Y lo hace, además, hablando del propio proceso de escritura. |