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Hay libros en los que te sientes a gusto. Pequeños rincones de sencillez, claridad y esperanza. Momo es uno de ellos. Me resulta irónico que haya leído este cuento con un temporizador en el teléfono y ahora, ya acabado, no puedo pensar en otra cosa. Ahorramos tiempo sabe Dios para qué o para quién. Regalamos nuestra vida a las grandes corporaciones sin sentir más que orgullo y responsabilidad para luego culparnos por no querer capitalizar esos ratitos (cada vez más escasos) que son para nosotros, para compartir con quienes queremos. Quizá Ende peque de idealista en algunos puntos pero creo un refugio al que, creo, volveré cuando me sienta chantajeado por los hombres de gris. |
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