Una obra maestra de la literatura infantil que trata a las personitas más pequeñas sin condescendencia ni paternalismo, uno de los pocos libros que deja que la literatura infantil hable también de la muerte y se enfrente a toda la complejidad de la existencia. Un libro de pura imaginación y extendida fantasía en laberintos conceptuales y descriptivos maravillosos que no cae en ningún caso en la simplificación analógica de nada real sino que cada metáfora que se intuye es tan abierta que tiene su propia realidad lo que hace que se cree un mundo fantástico infinito que se sustenta por sí mismo en sus parámetros exclusivos. Algo muy difícil de conseguir que, por cierto Ende siempre consigue en sus libros
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