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Lo descubrí en una crítica de Juan Carlos Galindo para El País en la que lo calificaba de clásico mayúsculo. No se equivocaba. Hay película homónima, dirigida por Nicholas Ray e interpretada por Humphrey Bogart en su papel principal. Tras terminar la lectura, e intrigado por saber cómo el actor había abordado un personaje tan alejado de los papeles a los que nos tiene acostumbrados, no paré hasta encontrar y ver la película. La decepción fue total, no porque fuera una mala película, posiblemente sea hasta buena, pero la historia está tan alejada de la contada por Hughes —además del título, únicamente coinciden los nombres de los personajes, siendo la trama infinitamente menos interesante que la que se narra en la novela— que me pareció una película fracasada. Mientras el personaje interpretado por Humphrey es simplemente un hombre incapaz de manejar sus explosiones de furia, el retratado por Hughes es un ser atormentado desde la niñez por un intenso complejo de inferioridad que le había abocado a una soledad insoportable y a un intenso estado de ira permanente. “Nadie volvería a relegarlo jamás a la segunda posición” Una ira que se despertaba con mucha facilidad y por muchos motivos, los ruidos le eran especialmente molestos, pero era la felicidad de los otros la principal causa de su sufrimiento. Una ira que solo podía atenuar (no es destripe, esto se sabe desde las primeras páginas) forzando, violando y, finalmente, estrangulando mujeres, acciones en las que sentía una irresistible sensación de “poder, euforia y libertad”. “Él disfrutó de esa felicidad una vez, pero fue muy breve; la felicidad estaba hecha de mercurio y se te escurría de las manos como ese metal…Al infierno con la felicidad. Eran más importantes la emoción y el poder y el cálido azote de la lujuria. Esas cosas te hacían olvidar. Convertían la felicidad en una nube de azúcar rosa.” Mediante una falsa tercera persona, Hughes nos introduce espléndidamente en la cabeza de este perturbado criminal, en sus miedos, en sus deseos, en su frágil e inestable seguridad, en su misoginia ante unos seres que odia tanto como necesita y con los que ejercita con gran maestría su indudable atractivo. Enfrente tendrá a dos mujeres fuertes, seguras de sí mismas, con un peso en la historia que la película les roba muy equivocadamente. Un auténtico cinco estrellas del género, de una calidad literaria indudable y con aromas a la mejor Patricia Highsmith o a la Rebeca de Daphne du Maurier. P.S. En el mal rollo que me provocó la película tuvo mucho que ver el desaire que me pareció que se hacía a la autora en la propia película: el personaje que encarna Bogart es un célebre escritor de Hollywood al que le encargan un guion basado en una novela de éxito que él descarta por bazofia reescribiendo completamente la historia. |
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