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“En treinta y seis años de existencia, había acabado por aprender a ser olvidable, a convertirse en invisible para no provocar las risas y las burlas que estallarían sin parar en cuanto la gente cayera en la cuenta. No ser ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Solo una vaga silueta entrevista en el borde del campo de visión.” ~ El lector del tren de las 6.27 de Jean-Paul Didierlaurent. La Zerstor 500 es una máquina maléfica: una destructora de papel, concretamente de libros que no han sido vendidos. Guibrando es uno de los operarios de la máquina, un joven gris en un trabajo gris que intenta dar un poco de luz a su vida salvando algunas de las páginas de los libros que tiene que destruir. Para ello, todos los días se sumerge en las entrañas de la Zerstor y recoge lo que él llama pieles muertas: las páginas no destruidas. al día siguiente, en el tren se las 6.21, Guibrando lee en alto esas páginas a los pasajeros del vagón. Un día, en el tren, el joven encuentra un USB que contiene una serie de escritos y que pertenecen al diario de una joven, los imprime y los va leyendo en el tren de las 6.21 con la esperanza de que algún día la joven que lo ha escrito pueda encontrarse en el vagón. Poco a poco Julie va metiéndose en la cabeza de Guibrando que se plantea encontrarla. Un libro entrañable y correcto. Con menos de 200 páginas se lee en un día y te deja un gusto dulce en la boca. Escrito en tercera persona, además del personaje principal me ha gustado el amigo Giuseppe y el otro operario Yvon que habla en alejandrinos, dos personajes bastante cómicos. Si dividimos el libro en dos partes imaginarias, la primera me resultó más lenta y tediosa; sin embargo, la segunda es más colorida e iluminada, como en un paralelismo a la propia existencia del personaje. Desde luego lo mejor del libro es el diario de Julie, una joven que trabaja limpiando los baños de un centro comercial. |
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