Refugiada en mi pequeña burbuja de autocuidados navideños a base de manta, bolsa de agua caliente, vela aromática, té de Navidad, playlist de “Cozy Christmas” y el árbol encendido (of course), la sosegada lectura de esta obra me transportó a la Inglaterra de finales del siglo XIX. Un pequeño placer que me dio exactamente lo que necesitaba: momentos apacibles, cálidos y reconfortantes proporcionados por estas historias sobre la importancia de la empatía humana, los buenos sentimientos y las segundas oportunidades.
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