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Crítica de Guille63


Guille63
19 March 2023
“Anoche ha venido el gran gato gris de mi Infancia. le he contado que me hostilizaba el ruido. Él ha puesto en mí, lenta e intensamente, su mirada animal y compañera.”

Zama ha sido una de las grandes sorpresas que la literatura me ha deparado en los últimos años. Con “El silenciero” este factor sorpresa, que siempre añade cierto atractivo, ya no cuenta, todo el placer que me ha proporcionado la lectura es achacable a la maestría del autor.

En “El silenciero” el lenguaje ha cambiado, ya no estamos en la América colonial del siglo XVIII sino en los años 50 "o su después", pero el estilo permanece y existe un claro paralelismo temático. La forma que encontré en Zama, sin semejanza con nada de lo que había leído con anterioridad, está aún más depurada en esta obra: frases cortas, lacónicas, esqueléticas, tanto que dan una impresión de burocracia, de discurso administrativo, técnico y que, en un arte de birlibirloque, consigue transmitir admirablemente las sensaciones de angustia, de dolor, de amor, de ternura. Con este extraño lirismo, Benedetto nos narra escenas esquemáticas que en ocasiones se siguen sin transición que las enlace: será en homenaje al silenciero que el silencio solo pueda romperse con lo esencial.

“La dimensión de la llanura invita a desoír la ciencia y atenerse a la engañosa evidencia de la que Tierra es una vasta superficie plana. Sobre uno de sus bordes, el sol parece tolerar la lentitud del auto que nos lleva, y decirnos: sin prisa. No me descolgaré todavía, les daré mi luz para que lleguen. Por entretenerse durante la demora, juega a pintarse de rojo y desparrama pintura alrededor y hasta muy lejos. El pueblo, de ladrillos colorados y mallas de alambre como cierre, se deja penetrar - por el autito -, sin perturbarse.”

Mientras en Zama se trataba la situación de demora de la vida, de la eterna espera de aquello que no acaba de llegar y que entorpece el vivir, aquí es el ruido el que aglutina el cansancio o la imposibilidad de vivir, el que impide a nuestro protagonista ser el que debe ser. En ambos es el hombre que, incapaz de manejar su vida, inventa obstáculos insalvables, construye molinos de viento que le sirvan de excusa y a los que se enfrenta impotente. Esa excusa acaba por llenar la vida vaciándola (hay otra lucha, otro personaje, quizás demente, seguramente demente, que actúa y pierde, que persigue y no encuentra; no hay escapatoria para Benedetto si es lo que te ha tocado).

“¿cómo pueden ignorar lo esencial, que el error se halla incorporado a la raíz del hombre?”

La primera parte me gustó incluso más que Zama; la segunda, donde se nos narra el desvarío, la espiral de desmoronamiento, menos; el conjunto, ligeramente menos, muy ligeramente.

"La noche fue silencio. Precedió el silencio a la creación. Silencio era lo increado y nosotros los creados venimos del silencio. de silencio fuimos y al polvo del silencio volveremos. Alguien pide: que pueda yo recuperar la paz de las antiguas noches y se le concede un silencio vasto, serenísimo, sin bordes. El precio es su vida."
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