207 páginas. Año 1950. Daniel, el Mochuelo, tiene ya 11 años y esta es la ultima noche que pasa en el pueblo antes de irse a la cuidad a "progresar". Lejos de dormir, pasa la noche recordando a cada una de las personas que han compartido con él su infancia en el pueblo y cada una de las aventuras que ha vivido con sus inseparables amigos. Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso, son esos amigos con los que aprendes de la mano, descubriendo el mundo, la valentía, los secretos del ser humano y el amor. Los demás habitantes son parte de un entramado maravilloso que se configura en los pueblos de toda España. Quién haya tenido pueblo sabrá a lo que me refiero. Es una novela tan sencilla pero tan existencialista que no puede no emocionarte. En ella se mezclan la ironía, el humor, la tragedia y lo pícaro formando un libro atemporal y muy tierno. En la historia se suceden varios tiempos. Por un lado está el presente, la noche previa a la partida de Daniel a la cuidad, y por otro lado está el pasado, presentado también con varios saltos y formado por los recuerdos y emociones de Daniel evocando su vida en el valle. Puede parecer que es el propio Daniel, el mochuelo, el que nos narra la historia; sin embargo, el narrador es omnisciente y en tercera persona, pero desde el punto de vista de Daniel, nos reconstruye la historia del valle y sus habitantes. Esta es una novela de personajes. Llegas a conocer a cada vecino del valle de una forma tan íntima que comprendes sus motivaciones, pensamientos y actos. Así, doña Lola y doña Irene, las Guindillas, Paco, el herrero, don Moisés, el Peón, don José, el cura, que era un gran santo, Quino, el manco y su hija la Uca-uca, las Lepóridas, Gerardo, el Indiano y la Mica, Rita, la Tonta y todos los demás vecinos pasan a ser viejos conocidos con los que compartes todos sus secretos. El camino es, para mí, un camino hacia el final de la inocencia. |