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Esta narración nos acerca a la antesala de un duelo y nos plantea diversas reflexiones acerca de la muerte, y los miedos y angustias que genera. Algunos pasajes acerca de la finitud son de lo más bellos, pese a todo. Es una novela íntima de corte autobiográfico que revela una pequeña parte de la vida de Simone de Beauvoir a través del recorrido que realiza por la figura de su madre. Está impregnada de emoción, honestidad y autenticidad, y su valor está, para mi, en poder conocer, ni que sea parcialmente, la personalidad y forma de pensar de la filósofa. Se hace patente la complejidad de la relación madre-hija (generalizo y personalizo) y se trasluce la dificultad de acompañar a alguien en los últimos días de su vida, con las dudas y dilemas que ello supone, y que dan lugar a múltiples preguntas que deseo ignorar por el momento. Acorde con el carácter reivindicativo de la obra de Beauvoir, encontramos críticas al sistema sanitario y a las actitudes impersonales, soberbias, condescendientes y déspotas de algunos médicos. Y reflexiones acerca de todo ello: la complicidad con que se participa de una escenografía que tiende a ¿infantilizar? a la persona enferma. El estilo, entre la cercanía y la distancia, nos da la medida del tipo de crisis, entre destructora y catártica, que se experimenta cuando se es testigo del progresivo declive de una madre: la culpa, los remordimientos, el peso de los recuerdos, el perdón, la aceptación… Me ha venido mucho a la mente Annie Ernaux, no solo porque ella trató en «Una mujer» la muerte de su propia madre sino porque hay lugares comunes, en el estilo y el tono, aun siendo muy diferentes. Es una de esas lecturas que requiere inmersión y continuidad, para abandonarse a ella y adentrarse plenamente en su marcado tono trascendente. |
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