Las brujas

Hace unos meses comencé mi profesión docente en un colegio cerca de mi casa. La coordinadora, días antes al inicio del año escolar, me invitó a explorar la biblioteca, que ella llama 'Sala de lectura'. Quedé sorprendido con los títulos que atesora. Una sala digna de agrado y con abundante material. Joyas de la literatura se empolvan allí esperando la mano de algún estudiante con gustos peculiares. Ella, una entusiasta lectora, me recomendó varios libros. Conozco la mirada del buen lector. Los ojos brillan sin cesar cuando tienen en las manos una recomendación. Elegí esta novela porque el brillo fue más intenso que con el resto.

Me dejé llevar de Las Brujas, de Roald Dahl y de su ávida narración. He leído pocos libros de la llamada literatura juvenil. Este me abre las puertas a todo un mundo por explorar, a buscar con la lectura el divertimiento, a reconocer genuinamente el sabor de leer. Lo he leído en la ya mencionada sala de lectura. Los estudiantes tienen una hora de español designada a la lectura libre. Yo, el maestro de español, soy el que los acompaño. En la semana tengo 6 horas que puedo dedicar a la lectura allí. "Profe, ¿Por qué lee ese libro tan infantil?" enunciaban los estudiantes que me veían con él en mis manos. "Porque para mí lo infantil también dice muchas cosas de los adultos." Era mi respuesta.

Las Brujas es un libro apasionante. Lo leí prescindiendo de subrayar o de apuntar, lo que siempre suelo hacer con las lecturas. Engancha desde el primer párrafo debido a que el narrador incluye al lector en la narración, nos está invitando a reconocer las trampas de las brujas, nos abre las puertas a la historia con una vivacidad no hallada en muchas novelas. La novela es una aventura en ocasiones con matices perturbadores. Es cinematográfica; las precisas y a veces cómicas descripciones confluyen con el diálogo de personajes rotundamente trazados. ¿Quién no se encariña con la dulzura de la abuela? ¿Quién no vibra y se altera con las peligrosas andanzas del ratón-persona-narrador? La relación abuela/nieto es magnifíca y elaborada de tal manera que provoca estremecimiento en el lector. En verdad me sentí devorar el libro, pues la estructura de la novela invita a no parar, a continuar con un efecto hipnótico generado por pocos narradores como se ha dicho que es Roald Dalhl. Ya lo confirmaré. Ahora sé a qué se debió el brillo de la lectora-coordinadora.