La dama de la judería

Viajamos al año 1480, en plena expansión de poder de los reyes católicos, a una Sevilla en la que la tensión entre los cristianos viejos y los cristianos nuevos (judíos que habían renunciado a su fe para no perder sus derechos) anunciaba guerra. Y con la Inquisición amenazando con meter las narices en las calles de "La perla del Guadalquivir". En mitad de esta situación, una historia de amor entre un joven de una noble y poderosa familia cristiana, y una muchacha hija de judíos conversos. A todas luces un amor imposible.


De esta manera nos embarcamos en una historia repleta de traiciones, rencor, odio y conspiraciones. Con una preciosa narrativa que recuerda a obras clásicas como Tristán e Isolda, o Romeo y Julieta, nos metemos de lleno en una historia que, si  bien no tiene giros sorprendentes, no los necesita para atrapar al lector. Pues, aunque puedas intuir el final, aunque desde el inicio huelas por dónde van a ir los tiros y te imagines qué derroteros van a tomar los caminos de los protagonistas, no es en el sobresalto donde reside la gracia de esta obra.


Su principal fuerte es la magnitud de los sentimientos que tiñen sus páginas. Y es que, si de algo andan sobrados los personajes, es de intensidad. Si aman, lo hacen hasta su último aliento. Si odian, no hay nada que los detenga en su venganza. Un aspecto que al principio puede desbordar un poco al lector, pero que va cobrando sentido cuando entiendes esa referencia a obras clásicas de temática parecida, y comprendes el deseo de la autora de mantener la esencia de la leyenda que todavía hoy en día recorre las calles del barrio de Santa Cruz.


Si bien es cierto que no creo que sea una obra para todo tipo de lector, pues su narrativa puede resultar un poco densa si no estás habituado a este estilo, sí creo que cautivará a los auténticos amantes de la novela histórica. En especial a aquellos que disfruten del drama propio del amor prohibido.