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Crítica de Guille63


Guille63
14 April 2023
“La verdad no reside en ninguna reivindicación de la realidad, sino allí donde lo real escapa a nuestro entendimiento. El verdadero arte busca captar lo irreal”

Encuentro un raro placer en aquellas lecturas en las que no llego a alcanzar todos los niveles de comprensión que intuyo tiene el texto y que me obligan, con un puntito de humillación, a buscar asideros de los que nunca estoy completamente seguro, pero que enriquecen extraordinariamente la experiencia lectora. Junto a ese placer, en esta novela también me las he tenido que ver con la extrañeza de algunos sentimientos y sensaciones que no he sido capaz de hacer míos, no sé si por ser hombre. Pese a todo ello, haré aquí lo que pueda.

“El arte... pudiera ser una serpiente que nos susurra al oído, que nos exprime hasta la última gota de satisfacción y fe en las cosas de este mundo con la idea de que existe algo superior y mejor dentro de nosotros, algo que lo que tenemos delante jamás podrá igualar.”

Hace poco comentaba sobre los “autores religiosos” y quizás la expresión sea en verdad redundante. El arte es con mucha frecuencia una búsqueda de trascendencia, una búsqueda de una realidad más profunda y supuestamente más real que la que creemos vivir. Esa insuficiencia que sienten los artistas, y no solo los artistas, afortunados ellos que cuentan con herramientas con las que enfrentarse a esa carencia, aunque sean inútiles igualmente, es lo que experimenta la escritora que protagoniza esta historia. Lo llamativo aquí es que la herramienta elegida para tal fin no es otra que otro artista, L., un pintor cuya obra supuso hace unos años un vuelco extraordinario en su vida. Para ello, M. invita a L. a pasar una temporada en su segunda casa, al lado de la que ella misma habita con Tony, su pareja, con la esperanza de que “L. encontrara el modo de captar la inefabilidad del paisaje de la marisma y al hacerlo desbloqueara y plasmara parte de mi alma”.

“Nuestro paisaje es uno de esos enigmas que atraen a la gente, aunque al final nadie entiende absolutamente nada. Está lleno de desolación, consuelo y misterio, y todavía no le ha contado a nadie su secreto.”

M., en la cincuentena, atraviesa un período de crisis. Está en esos años difíciles en los que ya no tiene ninguna responsabilidad maternal, su hija es independiente desde hace años y la relación es algo distante, viviendo con su segundo marido una vida aplacible, callada y sin sorpresas en la que el deseo y la pasión no juegan un papel importante. M. siente una distancia dentro de sí, “la distancia más fría y solitaria del mundo, la que me separaba del amor verdadero y de la sensación de estar en casa”.

“Había una realidad superior, eso creía yo, más allá de la realidad que conocía, o detrás de ella, o debajo, y pensé que si era capaz de romperla pondría fin a un dolor que me había acompañado toda la vida... la destrucción total de la parte que duele.”

Entre M., L. y Tony se establece un triángulo especial, como si los hombres representaran los dos aspectos de sí misma que intenta reconciliar y cuya distancia le provoca ese desasosiego:

“Tony no creía en el arte; creía en las personas, en su bondad y su maldad, y creía en la naturaleza... Tony tenía razón de una manera más triste, más dura y más permanente. Aceptaba la realidad y se hacía responsable del lugar que ocupaba dentro de ella. L, en cambio, se oponía a la realidad: siempre intentaba liberarse de sus restricciones, y eso significaba a que no se sentía responsable de nada.”

Por otro lado, Cusk también se sirve de este triángulo para cuestionarse ciertos elementos claves en las relaciones de pareja como el poder (“Buena parte del poder reside en la capacidad de ver cuánto están dispuestos a darte los demás”), o la libertad (“Yo la veía como un simple desabrochar un botón, una liberación, cuando en realidad es el dividendo generado por la obediencia continua de las leyes de la creación y su dominio”), y para deliberar sobre en qué medida puede ser deseable pivotar hacia uno de ellos en detrimento del otro.

“… ¿por qué vivimos tan dolorosamente en nuestras ficciones? ¿Por qué sufrimos tanto por cosas que nosotros mismos nos hemos inventado?... He querido ser libre toda mi vida y no he sido capaz de liberar ni el dedo meñique del pie. Creo que Tony es libre, y su libertad no parece gran cosa... a veces me quedo mirando una patata y pienso que sabe más que la mayoría de la gente.”


P.S. La novela tiene una deuda impagable (o quizás ya saldada) con el libro “Lorenzo en Taos”, en el que Mabel Dodge Luhan relata su experiencia con D.H. Lawrence en su casa de Nuevo México. Cusk mantiene incluso el tono epistolar que Luhan adoptó dirigiéndose a un tal Jeffers.
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