La curva que envuelve la recta

En esta novela nos encontramos con María Victoria, una profesora de dibujo que tiene su propia academia. Un día, llega a su local un hombre, por el cual siente una atracción incontrolable desde el mismo momento en el que lo ve, buscando información para asistir a clases.
Él es Martín, un profesor de Filosofía en la universidad que necesita en su vida algo más que sus clases de filosofía, y lo encuentra en cuanto ve a Victoria levantarse de la mesa en la que se encontraba trabajando.
A partir de ese flechazo, ambos se irán conociendo el uno al otro, poco a poco van descubriendo sus formas de ser, de pensar, de sentir e incluso de amar.
Martín es un hombre serio y seco, parco en palabras si no son necesarias y poco dado a mostrar sentimientos en público. Victoria es todo lo contrario y pronto comienzan los juegos y las bromas que solo ellos entienden.
Pero Victoria tiene en su espalda una gran mochila llena de piedras que juegan en su contra. Su baja autoestima, sus complejos, que su archienemiga declarada sea compañera de trabajo de Martín y algunas otras cosas más provocan que la relación en la que ambos trabajan sufra algún revés que otro.

Me ha gustado la forma de estar narrado, la novela engancha bastante haciendo que sea difícil dejar de leer, aunque los capítulos son bastante largos.
Los personajes son un amor con todas esas peculiaridades. Desde el mismo momento en el que sale Martín a escena ya supe que me encantaría ese personaje.
Victoria se pasa un poco estirando la cuerda y con ello la situación que viven en los momentos bajos.
La red de amigos que rodean a los protagonistas son geniales, en este libro vuelve a salir Minerva, que es prima de la protagonista. Y aunque es anterior a su propio libro, me encanta ese personaje aunque solo salga su nombre. Es mi debilidad...
Y después de todo, de las idas y venidas, los tira y afloja, las situaciones vergonzosas y las geniales apariciones en las clases de filosofía, el libro termina de una forma un poco brusca. Para mí, necesitaba un epílogo. Unas pocas palabras más que nos dejasen ver algo más de su vida siendo felices.