Segunda oportunidad

Caro:
En días como este siento flaquear mi fuerza y mi determinación. En situaciones así solo puedo pensar que la amistad que decimos tener no va a funcionar. Caro, si de verdad solo quieres que sea tu amigo, tengo un favor que pedirte: no te muevas de la manera en que lo haces, no me hagas reír tanto, no me mires con tus ojos de ángel, no permitas que te toque.
Esta noche me he despedido de ti de la manera en que me he entrenado para hacerlo, como si estuviera con Antonia. Me pregunto si nunca te has dado cuenta de que todo es una farsa, de que los segundos que robo cerca de tu cara o en los que mi mano retiene la tuya me torturan como el alcohol a un exadicto. Como ellos, nunca seré libre. En momentos oscuros como hoy me pregunto si lo mejor no será borrarte de mi vida para siempre.

No obtengo respuesta, y me siento mortificada. En verdad no se merecía el trato que mi madre le ha dado. En su momento, como bien dijo él, yo me encargué de ponerlo en su lugar. Y esta es una diferencia crucial entre mi madre y yo: yo no pienso permitir que el enfado y el rencor tomen el control de mi vida. Si hay algo que he aprendido de ella es lo que no debo hacer si quiero llevar una vida sana.