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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
En estos cuentos, Cristina Peri Rossi se acerca con mucho humor, sagacidad e ingenio al territorio del deseo, un rincón con el que muchas veces mantenemos una relación espinosa y vergonzante, “lo más íntimo que tenemos, el lugar más auténtico de nuestra subjetividad”.

“… lo maravilloso nunca está en la superficie, hay que sumergirse para hallarlo; lo maravilloso es periférico, marginal, oculto, un túnel, un mundo hundido, una zona del limbo.”

Y como todo aquello que más nos define, el objeto de nuestro deseo nos elige y nos posee dejando para nosotros únicamente el papel de víctimas (“Yo la llevo como si fuera el amo, pero el subyugado soy yo”), no siempre sufrientes, a veces colaboradores entusiastas de este nuestro secuestro para el que no hay rescate posible.

“El objeto de deseo permanece irreductible, resistente al análisis, a las palabras que intentan atraparlo.”

Un secuestro en el que el síndrome de Estocolmo es la norma. Da igual que la naturaleza del deseo sea vergonzosa, inmoral, incómoda, inoportuna, impertinente, insaciable o hasta delictiva, nuestro deseo es con mucha frecuencia motivo de orgullo al hacernos sentir parte de una minoría elegida, aquella que posee una sensibilidad singular, la que tiene razón, aunque la razón aquí tenga poco que hacer.

“Me desconcierta que los otros no vean en ella lo que yo veo, y eso me induce a pensar que estoy medio loco. Pero, por otro lado, me parece que mi mirada es más aguda, más inteligente”

Un orgullo que, no obstante, no nos abre camino a su confesión, ni siquiera a nuestras parejas, sobre todo a nuestras parejas, por mucha que sea la complicidad, por muy satisfactoria que sea la cama, no nos arriesgamos, no nos vemos capaces de enfrentarnos a una respuesta negativa que pudiera provocar una avería sistémica irreparable.

“Las mujeres no sabemos qué desean los hombres… No creo que sea ignorancia… No queremos saber, para mantener la ficción de la correspondencia. Podrían ser deseos opuestos, encontrados, inconciliables. Podrían ser deseos insaciables e insobornables.”

Es por eso que la consumación de según qué deseos requiere cuevas furtivas y marginales, muy alejadas de los campos abiertos del sexo habitual, lo que en ocasiones, otra contradicción más del deseo, puede hacerlo todo aún más morboso y, por tanto, atractivo.

“La relación que uno establece con su fetiche... es siempre personal, intransferible, solitaria e intensa.”

Yo, que ya tengo una edad, y me acerco peligrosamente al continente de la invisibilidad, que comparto todas estas reflexiones sobre el deseo que tan atractivamente presenta la autora en estos relatos, que le otorgo al deseo la misma importancia vital que ella le concede, también me hago la misma terrible pregunta que una de las mujeres que habita estos cuentos:

“Me pregunto si la gente se muere cuando ya no tiene otro cuerpo que responda al suyo.”

P.S. Había preparado un post scríptum larguísimo lleno de citas recogidas de los cuentos y de razones por las que los comentarios a los hombres, no a un tipo o tipos de hombres, no, al género hombre, me han parecido en muchos casos tan fuera de lugar, que, parafraseando a la autora, lo único que consigue es que todo parezca una farsa. al final pensé que valía con este comentario... y con una estrellita menos en la calificación.
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