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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
En “Cosecha”, ganadora del premio IMPAC y una novela tan maravillosa como me pareció “Y amanece la muerte”, Jim Crace nos dibuja la trágica barrera que separa el “nosotros” del “ellos” y por la que estos últimos dejan de ser considerados semejantes y, por tanto, fácil y satisfactorio objetivo de nuestra indiferencia y hasta de nuestra violencia sin que ello provoque al individuo conflicto ético alguno.
“Pero esta recién llegada —esta forastera— era diferente, no era mejor que cualquier porción de terruño ignorado y sin dueño en tierras comunales. Y como cualquier pichón o liebre en un coto, era una espléndida pieza de caza.”
Tal barrera es levantada por el autor en un escenario en el que no se especifica época ni lugar, aunque las características feudales y agrarias de la aldea nos remonten a una dura edad media en la que abundan los motivos de temor y desconfianza. Unos motivos que son alentados provechosamente por los señores feudales como útil forma de dominación. Unos motivos que se multiplican en épocas de escasez y que son más intensos contra aquellos con los que no se comparte una cultura o un origen y para los que su propia miseria juega en su contra.

Como ven, un relato de plena actualidad.

Jim Crace elige para contarnos esta historia en primera persona a Walter Thirsk, un hombre que ocupa una posición intermedia entre el “nosotros” y el “ellos” en los dos conflictos que plantea la novela: la llegada de unos forasteros a las tierras comunales y el cambio económico que el relevo en la propiedad de estas va a causar. Un hombre que intenta mantenerse al margen de los problemas, siervo obediente de su amo, correcto con sus vecinos aunque no totalmente aceptado por ellos, y siempre predispuesto a excusar su comportamiento mezquino y cobarde.
“—Tú no amas realmente la cebada, Walt —solían decir, algo terrible y que dejaba aún más en evidencia mi cobardía—. A ti no hay quien te haga fermentar.”
El hecho de haberse criado con el amo le ha proporcionado una cultura que le ha inclinado a la reflexión, que le ha dotado de un rico vocabulario y una elegante prosa que no le ha procurado precisamente grandes simpatías entre los habitantes de la aldea pero que sí valoramos debidamente sus lectores.
“Esta tierra no permite que dudemos o descansemos. No quiere que nos hagamos a un lado para comentar su belleza o componer canciones en su honor, pues no tiene tiempo para escucharlas. Lo único que quiere es que no nos agotemos para poder seguir adelante con nuestro duro trabajo. Quiere ver callos en nuestras manos, quiere ver nuestros cuellos y antebrazos negros como el roble en la chimenea; nos quiere flacos y nervudos a causa del trabajo. Nos somete bajo su yugo desde el amanecer hasta que las últimas luces se extinguen, sólo para después atormentarnos durante la noche. Esas son las rentas que hacían graznar al zorzal. Nuestra gran tarea año tras año es defendernos del hambre y derrotarlo con nuestros aperos y herramientas. El clamor es ensordecedor. Pero así es como hemos de vivir nuestras vidas.”
Y con la misma belleza con la que nos describe los ambivalentes lazos que los une a la tierra nos describe las relaciones que mantienen con sus escasas pertenencias, con los vecinos, con Dios, al que guardan un cierto resentimiento por las duras condiciones de vida que les ha impuesto y para el que no han construido una iglesia pero sí levantado una cruz de madera frente a la que oficiar matrimonios, bautismos, pompas fúnebres, consagrar el maíz, dar gracias por las cosechas, bendecir los arados, y usar de picota con espacio suficiente para atar a dos hombres.

En este contexto, la llegada de tres forasteros va a despertar todos los miedos y recelos que contra lo extranjero y los extranjeros ha propiciado el amo para su conveniencia, reforzando así la tendencia natural de todo ser humano. Da igual que ellos mismos hayan sido forasteros en su día, que sufran las mismas estrecheces y fatigas, que no hayan sido testigos ni conocido víctima alguna de esos terribles desmanes que el amo les atribuye, que para mantener esa animadversión tengan que retorcer la realidad hasta límites inverosímiles. Todo vale para defender el mísero cachito de mundo que por derecho divino creen que les corresponde.

Toda esa aversión hacia el débil, hacia el que como ellos busca un sitio donde echar raíces, se trastoca en sumisión y cobardía cuando se trata del poderoso, frente al que ellos mismos no significan más que cualquier otra propiedad, y que utilizará todas las malas artes a su alcance para expulsarles de sus tierras en aras de un progreso que solo a él beneficia, un amo del que prefieren huir antes que enfrentarse y luchar por lo que consideran suyo.

Como les digo, un relato de plena actualidad narrado de una forma bella y lúcida. Léanlo.


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