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ISBN : 8416537097
282 páginas
Editorial: Hoja de Lata Editorial (04/04/2016)

Calificación promedio : 4.25/5 (sobre 2 calificaciones)
Resumen:
Mientras el verano languidece y las últimas espigas de cebada son recogidas, una comunidad rural inglesa siente que una amenaza difusa se cierne sobre ella. Tres forasteros —dos hombres y una magnética mujer— se establecen en los límites del bosque y desencadenan los acontecimientos que llevarán a la destrucción de la aldea de Walter Thirsk en apenas siete días: la cosecha se nubla por el humo y el miedo; los castigos crueles se ciernen sobre los inocentes y el mund... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (2) Añadir una crítica
Inquilinas_Netherfield
 28 November 2017
El Apocalipsis según la RAE: "Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total". Bien es verdad que esta es la definición secundaria, ahí, medio de pasada y poniéndose de puntillas para que se le vea debajo de la apoteósica y grandilocuente "Fin del mundo", pero tampoco es moco de pavo. Una situación catastrófica que evoca la destrucción total tiene su enjundia... e imaginaos que esa situación tiene lugar en un tiempo indeterminado, pero que claramente se remonta a unos cuantos siglos atrás; en un lugar desconocido, pero habitado por escasas e ignorantes familias que desconfían de todo aquello que no conocen, no comprenden y que les obliga a apartarse cansinamente de su monotonía diaria (se aferran a la rutina, les aterra el cambio y lo desconocido); y todo enmarcado en medio de una cadena de acontecimientos que bien podría parecer que han sido programados para conducir hacia la destrucción a ese pequeño reducto rodeado de bosques, campos de siembra y valles. No hace falta que ocurran grandes cosas, cosas evidentes, para que la destrucción comience a hacer de las suyas. Solo hacen falta pequeñas mechas y una situación empapada en la gasolina de la humanidad en estado puro.

No suelo hacerlo, pero creo que para este libro hay que poner un poco en antecedentes, porque esta historia en realidad cuenta dos historias. Una es la de un delito grave e involuntario que deriva en una turbulencia de sangre, venganza y miedo; la otra es el final de una era, de una época, de un estilo de vida que los vecinos de esa localidad sin nombre se resisten a dejar marchar.

Nuestra historia, tal y como comento arriba, no está situada temporalmente en una época concreta. Pero tenemos señores y vasallos, menciones a juglares y palacios, mapas que se pintan sobre vitelas hechas con piel de ternero, el feudalismo y su fin impregnando cada página... No sabemos el año, ni falta que nos hace. La narración, la preciosista narración nos va poniendo en situación. Es el fin de la cosecha, de la siega, de recoger el fruto de meses y meses de cuidar, mimar y labrar la tierra. Ya se ha recolectado la última gavilla. Toca relajarse, disfrutar; unos beben, otros le dan a las setas alucinógenas. O a lo que se tercie. Y a la mañana siguiente aparecen en llamas varias propiedades del amo Kent, dueño y señor de esas tierras, humilde y respetado por sus gentes (o al menos no le odian, que para el caso es lo mismo). Todos saben quién ha sido, pero aparecen unos forasteros dentro del bosque, forasteros que no son bienvenidos en una comunidad cerrada y desconfiada, y mejor acusar a los extraños que a los vecinos que saben culpables.

A un tiempo aparece otro señor en las tierras que no solo desplaza al amo Kent de su posición privilegiada, sino que trae consigo la evolución, la sustitución de las tierras de labranza por tierras de pastoreo y la eliminación del sustento de vida de todas las gentes del lugar (trabajan la tierra para su amo, pero todos se benefician de ese trabajo y todos viven de ello durante el resto del año)... estamos ante la crisis del feudalismo, ante los primeros ramalazos de sustitución progresiva de las tierras de cultivo. Y los campesinos no se lo toman nada bien.

Y ahí comienza el particular Apocalipsis de 7 días según Walter Thirsk. El San nos lo ahorramos. Porque malo no es, pero tan bueno como él se cree, muy a pesar suyo, tampoco. Opinión personal.

Cosecha es un libro muy especial. Por la narración (en presente de principio a fin con la voz de Walter), por la historia que narra, por cómo la narra... por su prosa: pulcra, pausada, detallista, sencilla y a un tiempo soberbia. Es un canto de amor al campo, a sus milagros, a la comunión del hombre con las semillas y los frutos de un trabajo conjunto y en armonía... a la naturaleza, a los que la aman, a los que la veneran, a los que aprenden a conocerla y a los que se funden con ella como modo de vida. Es un reflejo de los miedos que la humanidad jamás ha dejado de tener, de hacia dónde nos llevan esos miedos, de cómo nos hacen actuar y de las consecuencias de las decisiones mal tomadas. La ilustración de que siempre han existido los que están por encima y los que están por debajo; del abuso de poder de los primeros y la reacción impredecible de los segundos cuando se sublevan ante ese abuso.

La historia avanza como la propia cosecha; con sosiego pero sin dejar de crecer ayudada por los elementos y muchos mimos por parte de su autor. Necesita sus tiempos para avanzar como debe, y eres testigo silente y paciente de ese crecimiento pausado hasta que empiezas a ver el fruto de lo sembrado, y ves como crece, y crece, y crece... y sabes que pronto llegará la hora de la recolección, de la siega, de saber cómo termina todo. de ser testigos de cómo se resuelve el caos.

Solo conocemos el punto de vista de Walter a lo largo de toda la narración, y presenciamos todo lo que ocurre únicamente gracias a él y como él quiere contárnoslo... y en ese punto de vista él siempre sale bien parado de cara al lector. No sé si solo habrá sido sensación mía, ni tampoco sé si era la intención del autor o yo me estoy montando mi propia película, pero no me he acabado de creer a Walter. A ratos me parecía interesado, mezquino, hipócrita y con aires de superioridad a duras penas disimulados debajo de esa imagen de forastero inadaptado que se quedó en el pueblo por amor. Se le escapan comentarios, destellos... que me hacían ver a un Walter distinto. Ni mejor ni peor probablemente, pero con más capas que esa visión propia, ansiosa de conmiseración y gallarda que nos quiere ofrecer sobre sí mismo durante toda la historia. Y eso le hace evidentemente mucho más interesante que si decides quedarte solo con las apariencias. Y si realmente es una película que me he montado, me quedo con mi película. Me quedo con mi Walter Thirsk taimado.

El tempo del libro no creo que sea del gusto de todo el mundo (aunque debería). Es inclasificable: no es un thriller propiamente dicho, pero tampoco es una novela de misterio... y al mismo tiempo posee un poco de las dos cosas. Es un drama, pero irradia un desapego que hace que contemples todo desde fuera sin mancharte el alma al tiempo que te preocupas (y mucho) por algunos de sus personajes. Es de esos libros que tienen tanta personalidad que necesitan de su propio público... que no están hechos para ser idolatrados por las masas. Busca a otro tipo de lector. Uno de esos que se sientan pacientemente y saborean cada página, deteniéndose en frases y reflexiones que solo un tipo con mucho talento podría plasmar con esa sencillez intimista y digna... releyéndolas, absorbiéndolas y haciéndolas suyas. le lleve el tiempo que le lleve. Armado de paciencia, viendo la historia evolucionar ante sus ojos, entre sus manos, al compás de unas palabras que le dan luz y vida y que le hacen crecer fuerte.

En la faja se la describe acertadamente como lírica y hermosa. Yo añadiría desasosegante. Y perturbadora en su gravedad.
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Guille63
 18 March 2023
En “Cosecha”, ganadora del premio IMPAC y una novela tan maravillosa como me pareció “Y amanece la muerte”, Jim Crace nos dibuja la trágica barrera que separa el “nosotros” del “ellos” y por la que estos últimos dejan de ser considerados semejantes y, por tanto, fácil y satisfactorio objetivo de nuestra indiferencia y hasta de nuestra violencia sin que ello provoque al individuo conflicto ético alguno.
“Pero esta recién llegada —esta forastera— era diferente, no era mejor que cualquier porción de terruño ignorado y sin dueño en tierras comunales. Y como cualquier pichón o liebre en un coto, era una espléndida pieza de caza.”
Tal barrera es levantada por el autor en un escenario en el que no se especifica época ni lugar, aunque las características feudales y agrarias de la aldea nos remonten a una dura edad media en la que abundan los motivos de temor y desconfianza. Unos motivos que son alentados provechosamente por los señores feudales como útil forma de dominación. Unos motivos que se multiplican en épocas de escasez y que son más intensos contra aquellos con los que no se comparte una cultura o un origen y para los que su propia miseria juega en su contra.

Como ven, un relato de plena actualidad.

Jim Crace elige para contarnos esta historia en primera persona a Walter Thirsk, un hombre que ocupa una posición intermedia entre el “nosotros” y el “ellos” en los dos conflictos que plantea la novela: la llegada de unos forasteros a las tierras comunales y el cambio económico que el relevo en la propiedad de estas va a causar. Un hombre que intenta mantenerse al margen de los problemas, siervo obediente de su amo, correcto con sus vecinos aunque no totalmente aceptado por ellos, y siempre predispuesto a excusar su comportamiento mezquino y cobarde.
“—Tú no amas realmente la cebada, Walt —solían decir, algo terrible y que dejaba aún más en evidencia mi cobardía—. A ti no hay quien te haga fermentar.”
El hecho de haberse criado con el amo le ha proporcionado una cultura que le ha inclinado a la reflexión, que le ha dotado de un rico vocabulario y una elegante prosa que no le ha procurado precisamente grandes simpatías entre los habitantes de la aldea pero que sí valoramos debidamente sus lectores.
“Esta tierra no permite que dudemos o descansemos. No quiere que nos hagamos a un lado para comentar su belleza o componer canciones en su honor, pues no tiene tiempo para escucharlas. Lo único que quiere es que no nos agotemos para poder seguir adelante con nuestro duro trabajo. Quiere ver callos en nuestras manos, quiere ver nuestros cuellos y antebrazos negros como el roble en la chimenea; nos quiere flacos y nervudos a causa del trabajo. Nos somete bajo su yugo desde el amanecer hasta que las últimas luces se extinguen, sólo para después atormentarnos durante la noche. Esas son las rentas que hacían graznar al zorzal. Nuestra gran tarea año tras año es defendernos del hambre y derrotarlo con nuestros aperos y herramientas. El clamor es ensordecedor. Pero así es como hemos de vivir nuestras vidas.”
Y con la misma belleza con la que nos describe los ambivalentes lazos que los une a la tierra nos describe las relaciones que mantienen con sus escasas pertenencias, con los vecinos, con Dios, al que guardan un cierto resentimiento por las duras condiciones de vida que les ha impuesto y para el que no han construido una iglesia pero sí levantado una cruz de madera frente a la que oficiar matrimonios, bautismos, pompas fúnebres, consagrar el maíz, dar gracias por las cosechas, bendecir los arados, y usar de picota con espacio suficiente para atar a dos hombres.

En este contexto, la llegada de tres forasteros va a despertar todos los miedos y recelos que contra lo extranjero y los extranjeros ha propiciado el amo para su conveniencia, reforzando así la tendencia natural de todo ser humano. Da igual que ellos mismos hayan sido forasteros en su día, que sufran las mismas estrecheces y fatigas, que no hayan sido testigos ni conocido víctima alguna de esos terribles desmanes que el amo les atribuye, que para mantener esa animadversión tengan que retorcer la realidad hasta límites inverosímiles. Todo vale para defender el mísero cachito de mundo que por derecho divino creen que les corresponde.

Toda esa aversión hacia el débil, hacia el que como ellos busca un sitio donde echar raíces, se trastoca en sumisión y cobardía cuando se trata del poderoso, frente al que ellos mismos no significan más que cualquier otra propiedad, y que utilizará todas las malas artes a su alcance para expulsarles de sus tierras en aras de un progreso que solo a él beneficia, un amo del que prefieren huir antes que enfrentarse y luchar por lo que consideran suyo.

Como les digo, un relato de plena actualidad narrado de una forma bella y lúcida. Léanlo.


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