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Crítica de Guille63


Guille63
16 May 2023
En una entrevista, Cortázar exponía que su mayor sorpresa después de publicar la novela fue que esta encajó más con la juventud que con los lectores de su generación (medio siglo llevaba ya a sus espaldas cuando se publicó en 1963). Lo que a mí me sorprende es que esto le sorprendiera. Yo me enamoré de Rayuela en mi juventud. Después he cuestionado muchos de sus planteamientos, pero ello no ha impedido que me siga magnetizando su libertad, su pasión, y la forma tan maravillosa de exponerlas que tenía, que tiene Cortázar. Rayuela es una novela inclasificable, que se escapa de cualquier análisis, un libro que se lee con la piel. Algo así como esto (parafraseando a Cortázar y su cuento "Hay que ser realmente idiota para..."):

En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo con Rayuela, yo leo Rayuela con amigos y es seguro que apenas empiece a leer voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o las digresiones del autor me llegan como visiones sobrenaturales, y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de encontrarme con este libro que me muestra cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.

Y así estoy deslumbrado y tan contento cuando llega el momento de comentarlo entusiasmado, y digo a mis amigos que el libro es una maravilla y que la escena en la que la Maga, o cuando Oliveira dice. Mis amigos también han disfrutado, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión no ha sido como la mía, y también me doy cuenta de que están diciendo con suma sensatez e inteligencia que el libro es meritorio y que los personajes están muy bien caracterizados, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas y cosas y cosas. Cuando mis amigos dicen eso -lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad- yo comprendo que soy idiota, y comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el libro no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine.

Rayuela es dos personajes, la Maga y Horacio Oliveira.

Horacio es un ser egotista, angustiado por encontrar su centro de gravedad permanente,

“Se puede matar todo menos la nostalgia del reino, la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña"

alguien cuya alma quiere, intuye, y su razón, su inteligencia, no puede, no alcanza. Oliveira es la pura contradicción, es la intelectualidad que, sin embargo, desde que era un niño y

"se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído".

La Maga, con ese aire como de unicornio, vive en un mundo simple, intuitivo, primario, un mundo en el que uno se puede mover "como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil"; es la libertad, la que encuentra sin buscar mientras que Oliveira busca incansablemente sin encontrar. La maga es una posible luz para Horacio pero también el espejo donde Horacio ve su terrible verdad.

Horacio envidia y desprecia el mundo de la Maga. No le vale la lotería que te otorga o te niega el poder creer sin ver,

"el estar dentro de la pieza, el ser pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que..."

Horacio ama a la Maga y tiene miedo de ese amor que encasilla, como tiene pavor a todo lo sentido por otros, a todo lo que les vale a los otros, únicamente porque es de otros. Horacio necesita a la Maga y se aleja de ella porque sería “una traición vestida de trabajo satisfactorio, de alegrías cotidianas, de conciencia satisfecha, de deber cumplido”. No le valen ninguna de las “verdades” ya inventadas. Sentir, actuar como los otros le parece sospechoso, le parece que no es sentir ni actuar sino ser empujado por caminos ya abiertos y por tanto artificiales, no sinceros, moldes que otros han construido y utilizado innumerables veces. Y siempre, siempre, siempre con la amarga intuición de que quizás solo sea necesario quedarse arrobado delante de la cola de un modesto 3.
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