Que sea lo que Dios quiera

Nos cuenta la historia de el Viudo Martínez, un hombre que se subsumió en la tristeza y soledad después de la muerte de su esposa, quien murió a la hora de la siesta, momento del día decretado por un sacerdote de la Iglesia Católica. Un día, su alma enojada y abatida, decide en un acto de rebeldía, desafiar la autoridad de la Iglesia, trasgrediendo la hora de la siesta. La historia se desarrolla en 1968, en el municipio de Ambalema, un pequeño pueblo a las orillas del río magdalena en el departamento de Tolima-Colombia. Este libro fue ganador de la beca para la publicación de libro ilustrado-álbum, comic, novela gráfica del @mincultura 2019.
Para empezar, quisiera resaltar que el libro en su formato es precioso. de pasta dura, contenedor de unos dibujos hermosos, significativos y muy simbólicos. En cuanto a la historia, me pareció supremamente profunda y con la cual, creo, todos nos podemos sentir identificados. El viudo Martínez atraviesa por esta pérdida inmensa, que para él se asemeja más a una situación de injusticia ¿por qué tenía que perder lo más valioso en su vida? ¿por qué su esposa tenía que morir, y justo en la hora santa? En su interior sólo se acumulaba enojo, reproche, incomprensión, vacío y soledad. No lo entendía, no lo aceptaba, no lo lloraba, esto no era nada justo.
Creo que no hay nada más molesto para el ser humano que no poder controlar su destino, el no poder tener bajo control aquellos sucesos que pueden arrebatarnos la felicidad. Nos negamos y nos rehusamos a aceptar que las cosas no salgan como queramos, y peor aún, que la vida siga su cauce sin considerar nuestra opinión. Nos desesperamos y angustiamos pensando en que las cosas pudieron y pueden ser diferentes si…; buscamos culpables, nos revelamos contra todo; al fin y al cabo ¿qué podemos perder? Pero la vida y el tiempo, sin importar lo que deseemos, son como una gotera incontenible que fluye con constancia ¿Qué podemos hacer ante aquella fuerza, aún cuando lo hemos intentado todo para evitar su flujo? Agotados y extenuados, al final pueden suceder dos cosas, o nos ahogamos, o aprendemos a flotar. Yo prefiero, «¡Que sea lo que Dios quiera!»