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Una gran novela en el que cada final de capítulo te hace imposible no empezar el siguiente. “Yo decidí vivir y mi castigo es la vida.” Esta triste amargura marca la narración entera, la constatación de una derrota: todos pierden, absolutamente todos, vencedores y vencidos. Un relato que no necesita ser verosímil para impactarnos con toda su verdad, del que emana belleza describiendo la terrible fealdad que anida en el ser humano, capaz de todo cuando en él se introduce el miedo y la desesperanza. No nos hacen falta monstruos a los que acusar, lo monstruoso está en cada uno de nosotros. |
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