Los jóvenes no temen a la muerte, o no les preocupa, la saben lejana, es algo que llegará, sin duda, pero no les acaecerá a ellos, sino a los seres incoloros y dóciles en que se habrán transformado por el paso del tiempo, tan similares a esos padres que les repugnan; los jóvenes, si tienen miedo a algo, es a dejar de serlo, a convertirse en adultos con ataduras, rutinas, responsabilidades, de ahí proviene la urgencia y el ahínco y la pasión que ponen en ser jóvenes, en dedicarse a eso, a disfrutar y alargar cuanto puedan las prerrogativas de una edad llena de posibilidades y nuevas experiencias y casi, casi, sin obligaciones.