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Está narrado en primera persona y trata un tema histórico. Con estas premisas, me esperaba una especie de 'Memorias de Adriano', pero, claro, ingenuo yo, debería hacerme a la idea de que no creo que encuentre nunca otro libro así. Casandra es un personaje mitológico griego. Tenía el don de la adivinación, pero fue castigada por Apolo, al que rechazó (¿Un hombre castiga a una mujer por rechazarlo? ¿O es un dios a un mortal? Me inclino más por lo segundo: la mitología griega está llena de diosas que castigan a hombres que las rechazan, también. Para muestra, un botón: la propia guerra de Troya. Creo, no obstante, que la escritora aprovecha esto en el sentido de opresión social hombre-mujer, una interpretación libre tan justificada e injustificada como cualquier otra) a que nadie la creyera nunca. El personaje es, per se, de un dramatismo enorme y tiene juego como pocos otros. Ella profetizó no solo la guerra, sino también la caída de Troya mientras todos la tachaban de loca, incluida su familia. La autora, además, aprovecha el tema para hacer una metáfora de la guerra fría y una, supuestamente, fuerte crítica al patriarcado (que tampoco me lo ha parecido tanto). No me parece que esté especialmente bien escrito, que es lo primero que se debería tener en cuenta cuando de literatura se habla, el tema está bien estructurado pero me parece que tanto la acción como el desarrollo de los personajes es disperso, laberíntico y lioso. Solo se salvan la propia Casandra (y menos mal), Eneas (de lo que me alegro mucho porque es una figura mitológica a la que le tengo especial cariño) y Aquiles, al que llaman la bestia, que es lo que debería haber sido si hubiese existido. No está mal, supongo que mi decepción viene determinada por las expectativas; pero aunque no fuera así, tampoco lo veo como una gran obra. de todas formas, quizá merece la pena porque es muy finito. No está de más leérselo, no se pierde nada no haciéndolo. |
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