La familia de Pascual Duarte

La primera vez que leí “La familia de Pascual Duarte” (pronto hará veinte años) me quedé muy en la superficie de todo lo que Camilo José Cela nos cuenta. Esta vez, después de prácticamente “bebérmela”, sí he sido capaz de apreciar el gran trabajo del autor, no solo en lo que a literatura se refiere (personajes, estructura, ritmo, trama…), sino en el profundo conocimiento del ser humano que aquí demuestra, de lo que le mueve y le motiva, de las causas y las consecuencias de las carencias, no solo económicas, sociales o culturales, sino también y, sobre todo, emocionales.

Sin duda es un claro ejemplo de cómo una novela sencilla puede convertirse en un clásico imperecedero, de cómo cuatro personajes pueden llevar sin dificultad el peso de una trama cargada de fuerza, primitiva, elemental.

En esta novela tan aparentemente sencilla, se nos hace un retrato directo y descarnado de la decadencia de la España rural de los años treinta a través de las memorias de su protagonista, Pascual, escritas en una celda mientras espera su propia ejecución.

A pesar de ser una historia que puede resultar por momentos escalofriante, violenta o repulsiva, el estilo de Cela atrapa irremediablemente desde el principio, haciendo sentir al lector, además de todo esto que menciono, una gran tristeza, mucho desconsuelo y una profunda piedad.

Piedad porque conforme vas leyendo te das cuenta de que no somos más que víctimas de nuestras circunstancias, de que la maldad no se porta al nacer sino que es algo condicionado, fruto muchas veces del abandono, del desvalimiento, de la impotencia y la falta de recursos emocionales, de la ausencia de afecto, de la inexistencia de un vínculo fuerte, de la incapacidad para crear lazos seguros.

Una historia impactante, y para mí imprescindible, que no en vano es uno de los libros en español más traducidos a otros idiomas. Ya la he leído dos veces, pero no tengo ni dia duda de que, en algún momento, habrá una tercera.