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Una peculiar familia adinerada pero desgajada, con sus no menos peculiares rutinas que conocemos a través del diario que su protagonista, Belén, da forma según sus recuerdos con casi 30 años, de lo vivido durante su adolescencia y ya con las piezas del puzle más encajadas, a pesar de las consecuencias en su persona. Un padre en silla de ruedas, un equipo de gestión paterna ante su potencial futura ausencia, un medio hermano unos años mayor que ella con su ya propia vida de escape, y una madre en una lejanía física y figurada que, “cuanto más lejos estuviera” mejor para no alterar la ya de por sí anormal vida que llevaban, y sin el más mínimo atisbo de echarla de menos. . Aun así, Belén se consideraba feliz y hacía todo lo posible por parecer una chica normal, sin aparentar grandes carencias o traumas. de cualquier situación se montaba sus propias películas; cualquier acontecimiento llenaba enseguida su cabeza de suposiciones extrañas, quizá con la finalidad de encajar las incoherencias y el absurdo que la rodeaban. Pero los fantasmas, aunque sea de forma esperpéntica, aparecerán para quedarse y el teatrillo que había vivido hasta entonces se resquebrajaría y será inevitable que la realidad cambie su peculiar rutina a marchas forzadas. Fue como un juego de esos con las fichas de dominó colocadas estratégicamente en una cadena perfecta que cuando cae la primera, el resto inevitablemente caen en nada de tiempo. Así ocurrirá en su vida, y los nuevos episodios la empujarán hacia adelante a pasos agigantados, y su “sangre de horchata” se convertiría en sangre de verdad. Deberá seguir adelante a pesar de todos los despropósitos y tratar de ocupar su propio lugar dejando que las cosas se coloquen solas y tratar que las ondas de locura no la alcancen como a los de su alrededor. A punto estuvo de conseguirlo… . Un relato con varios quiebros de guion y saltos en el tiempo, con pinceladas y tintes cómicos sobre lo que dentro de esa casa ocurre, porque “a cada uno le toca vivir su vida y la que hereda”. |
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