Ivy se fijó inmediatamente en el más feo de todos: uno de fieltro amarillo canario decorado con grosellas negras, cinta de terciopelo negro y un par de plumas verdes que parecían antenas colgando de un lado. —¡Oh, ese no! —dijeron al unísono Alexia y una voz desconocida mientras Ivy estiraba un brazo para descolgarlo de la pared.
|