Proletaria consentida

La malagueña Laura Carneros se inspira en sus propias vivencias y emociones surgidas cuando tras terminar su carrera de Comunicación Audiovisual, no conseguía ningún trabajo que correspondiera a ese campo. de ahí nace esta historia, o debería decir este conjunto de historias, protagonizadas por Lidia, una joven de clase media-baja frustrada al ver pasar los meses en paro. A esto se suma una gran culpabilidad por tener que vivir a costa de unos padres a los que cuesta llegar a fin de mes, en un piso que se cae a pedazos en un barrio de mala muerte, un “agujero frío” porque “el sol, como todo, es un privilegio”.

Capítulos cortos en que se nos va narrando distintas escenas de la vida cotidiana de la protagonista, con una voz repleta de rabia e ironía, que no se guarda nada, y cuenta por igual sus preocupaciones, sus penas y sus vergüenzas. A todo esto hay que añadir una crítica voraz al sistema en que vivimos, que condena a la miseria social y económica a aquellas personas que no cuentan con un buen apellido, una buena renta, y los contactos adecuados. Porque ya nadie se cree esa mentira tantas veces contada años atrás, de que solo necesitábamos estudiar una carrera para poder medrar, hasta que el golpe de realidad nos hizo entender lo difícil que es ascender en la escala social sirviéndote en exclusiva de tus méritos. Muy alumbrador también un fragmento en concreto en que se detiene en reflexionar sobre la cantidad de opositores que existen hoy día porque para muchos para ser la única opción de asegurarse una vida algo más digna (“hormigas sobrecualificadas que trabajan para el Estado, el mismo Estado que alimentó sus expectativas en la esperanza de una vida relajada”)

“Soy una inversión a largo plazo que no ha salido rentable”, dice en un momento dado la protagonista, que es aún más dura e implacable consigo misma, haciendo que se te erice la piel por momentos (“Creo que fui una cucaracha en otra vida. Puede que me guste ser la mitad de la mujer que de mí se esperaba”). Esta chica, como se autoproclamaba la Hannah Horvath de “Girls”, es la voz de una generación, y merece mucho la pena acercarse a ella.