Alegría

Alegría es una niña, aún va al Instituto pero ya sabe lo que es la violencia de género: la ha visto en su casa y, si algo tiene claro, es que no quiere ser como su madre. Pero Mario se cruza en su camino y le dice que la quiere así que, aunque a veces no le gusten su actitud o su conducta, Alegría entra en la rueda. Una rueda de la que es complicado salir, porque ahora es él quien decide, quien marca el paso, quien tensa la cuerda agarrado a su supuesto amor. Quien hace que ella viva justo como no quería vivir.

Esta es una historia que duele. Duele cada golpe que recibe Alegría, ya sea físico o psicológico; duelen la culpa, la disculpa y la esperanza ante un cambio que nunca llega. Mario fue un niño maltratado y en él vemos reflejada la certeza de que la infancia marca y determina la vida adulta. La suya y la de su pareja, un caso "de libro" basado en la historia real de once mujeres víctimas de violencia de género, un puñado de historias que han servido para que Carmona del Barco construya esta novela.

Alegría nos cuenta su historia en primera persona mientras recorre las calles de una ciudad que conozco bien, dudando desconcertada porque sabe que nada de lo que ocurre en su casa depende de lo que ella hace o deja de hacer. "Ahora me pregunto mucho más el porqué de las cosas, aunque creo que es el momento de mi vida en que menos lo entiendo".

Esta es una historia que hay que leer, y que hay que poner en manos de los más jóvenes, de quienes ven una muestra de amor en esa pareja que les controla el móvil o el largo de la falda. Porque la educación es la clave: agarrémonos a ella como tabla de salvación.
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