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"Se reconoce la felicidad por el ruido que hace al marcharse." (Katherine Pancol) Leí un par de reseñas maravillosas de esta novela, una de ellas muy apasionada, así que me puse a leerla con ilusión y muchas ganas, deseando descubrir algo ligero y entretenido. Tampoco es que tuviera las expectativas muy altas, buscaba distracción nada más. Y nada menos, cierto. Es una novela con tres voces narradoras: la de Fiona, la de Bram y la de ese narrador omnisciente que va a intentar contar lo que ni ella ni él saben, ni mucho menos, nosotros, pobres inocentes y verdaderas víctimas de este "trepidante thriller del año, amén". Me ha resultado un auténtico tostonazo. Soporífera, aburrida y a pesar de que la idea, considero, es original y buena, no está planteada ni desarrollada de manera que el lector participe. Asistimos, sin más, a una serie de hechos repetitivos a lo largo de 574 páginas. Lo cuenta ella, lo cuenta él, lo cuenta el narrador omnisciente y no lo cuenta el gato porque no tienen. Nos describen un escenario de separación matrimonial que, por muy inglés que se sea, no hay quién se lo trague, ni aun siendo del mismo centro de Londres, vaya. Con unos personajes estereotipados, lobotomizados y planos como amebas, alargando un final que no va a llegar hasta la última página. Os recuerdo que son 574. Llegamos ya cansados, después de una agonía lenta, carente de emoción y ritmo, hastiados, mareados y cabreados como monas, al descubrir que tampoco ese final maravilloso y efectista existe. Así que, lo único que podemos hacer es pegar un portazo, pero de los buenos, a esa 'Nuestra casa' y... ¡Que se haga añicos la dichosa puerta! También he apuntado el nombre del traductor, y no para enviarle rosas, precisamente. ¿Algún damnificado más? |
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