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Crítica de Guille63


Guille63
07 March 2023
“Una sola frase les bastará para el hombre moderno: fornicaba y leía periódicos.”

Termino la novela absolutamente abrumado por la cantidad de ideas, de símbolos, de imágenes, tan hermosamente expresadas, tan sugerentes, tan fascinantes. Siendo un libro tan breve, prácticamente lo he subrayado entero.

En primer lugar, la forma, una de mis grandes debilidades, un monólogo confesional de alguien profundamente enfermo vital y moralmente. Un ser contradictorio que, directamente mediante su parlamento e indirectamente a través de su propia condición, muestra el absurdo del mundo. Un ensayo novelado sobre cómo somos, sobre cómo vivir y sobre cómo no hacerlo.

“¿No nos hallamos siempre frente a las mismas preguntas, aunque sepamos de antemano las respuestas?”

Si con estas pocas líneas he logrado interesarles, lo ideal sería que dejaran aquí mi comentario, siempre subjetivo y posiblemente deficiente, y leyeran la novela. Creo que parte del placer de la obra de Camus es ir descubriendo las contradicciones del personaje, la complejidad de su problema, la trampa de su solución. Pero, si aun así desean continuar…


Jean-Baptiste Clamence, que una vez más se encuentra en un bar declamando su vida a un desconocido, empieza su perorata presentando un paisaje desolador de la condición humana.

“¿Sabe usted que en mi aldea, en el curso de una acción de represalia, un oficial alemán pidió cortésmente a una anciana mujer que tuviera a bien elegir de entre sus dos hijos al que habría de ser fusilado?”

Él tampoco se salva de este retrato. Tras describirse así mismo en el pasado como un ser humano admirable, un abogado preocupado por ayudar a los débiles, por perseguir las injusticias, alabado y respetado por todos…

“…lo importante era que yo estaba en el lado bueno y eso bastaba para lograr la paz de mi conciencia. El sentimiento del derecho, la satisfacción de tener razón, la alegría de poder estimarse uno mismo… Gozaba de mi propia naturaleza y todos sabemos que en eso estriba la felicidad…”

… confiesa que sus motivaciones son mucho más oscuras y que su conciencia, en forma de una risa fantasmal empezó a acosarle sin tregua. Un inesperado encuentro con una suicida en un puente del Sena — La caída— desencadenará todo un cataclismo emocional.

“Verdad es que me hallaba satisfecho de todo. Pero al mismo tiempo, satisfecho de nada. Cada alegría me hacía desear otra…Y así corría yo, siempre colmado, nunca saciado, sin saber dónde detenerme. Hasta un día, o mejor dicho, hasta una noche en que la música se interrumpió de pronto y las luces se apagaron. La fiesta en la que yo había sido feliz ...”

No solo empezó a lidiar con la culpa y la vergüenza íntima, también, y sobre todo, debía enfrentarse al juicio ajeno.

“…me sentía vulnerable y entregado a la acusación pública. A mis ojos, mis semejantes dejaban de constituir el auditorio respetuoso al que estaba acostumbrado. El círculo del que yo era centro se quebraba y ellos se colocaban todos en una sola línea como en el tribunal. A partir del momento que tuve conciencia de que en mí había algo que juzgar, comprendí que en ellos había una vocación irresistible de ejercer el juicio…el universo entero se puso a reír alrededor de mí.”

Jean-Baptiste, que no se llama así por casualidad, anunciará la buena nueva, la salvación del hombre, cuando en realidad solo señala los peligros de su actitud, su despropósito: un totalitarismo en el que descargar toda culpa. Jean-Baptiste es un hombre que reniega de la libertad por lo que implica de responsabilidad y, por tanto, de dolor.

“Al cabo de toda libertad hay una sentencia. Aquí tiene usted la razón de que la libertad sea una carga demasiado pesada… Lo esencial es que se nos mande cada acto, que el bien y el mal se nos designen de manera arbitraria y por lo tanto evidente… Para quién está solo, sin dios y sin amo, el peso de los días es terrible.”

Y, por si ello no bastara, se aferra a la opción cínica, esto es, extender la culpa a todo el mundo, diluirla en la multitud, procurando, además, que todos la reconozcan y así contrarrestar los juicios a los que él es sometido adquiriendo el derecho a juzgar a su vez.

“Cada hombre da testimonio del crimen de todos los otros; ésa es mi fe y mi esperanza.”

Una risa dio inicio a su tormento, otra risa, en este caso la de su interlocutor, lo continuará.
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